Carlos Ríos narra que luego de un viaje en avión ve cómo la basura es retirada del aparato antes de que él sea auxiliado
Cristina Pérez–Stadelmann
El Universal
Martes 21 de julio de 2009
sociedad@eluniversal.com.mx
Carlos Ríos despertó. El calendario marcaba el día 13 y tenía un vuelo en puerta. Es un hombre de carácter que enfrenta dificultades constantemente al defender aquello que considera justo para él y para los que precisan de una silla de ruedas para desplazarse en un aeropuerto que le ha negado en reiteradas ocasiones un apoyo seguro y oportuno para abordar sus aviones.
Es abogado, consejero de la Comisión de Derechos Humanos del DF (CDHDF) y tiene secuelas de poliomielitis que lo obliga a usar silla de ruedas para realizar sus actividades, como utilizar el aeropuerto capitalino de manera frecuente para viajar a los estados.
Ese día de julio Carlos acudió a la Terminal 1 del aeropuerto capitalino para tomar un vuelo con destino a Mexicali. Se dirigió aproximadamente a las 5:45 horas a la mesa de requerimientos especiales de Mexicana de Aviación.
Ahí se le comentó que su vuelo aún no tenía asignado puerta de salida, y que tendría que estar en la sala B a las 6:15 horas para verificar la puerta por la que saldría. Nunca apareció el vuelo, tampoco la puerta asignada. Tuvo que regresar a preguntar al personal de la aerolínea, y se le indicó que sería la puerta 17-A.
Ahí, Adrián Monterrubio, encargado del abordaje del vuelo, le indicó que la puerta tenía escaleras y que llamaría al personal para que lo bajaran por ahí.
El personal de tierra llegó con una silla de las llamadas “pasilleras” para bajarlo por las escaleras. Ésta no contaba con cinturones de seguridad, ni con ningún otro medio que garantizara la integridad física de Ríos Espinosa, quien indicó a Monterrubio que no bajaría en esas condiciones y que sabía que existía un elevador para bajar a los aerocares.
“Por una sola persona, no”
“No utilizaremos por una sola persona un transporte especial”, fue lo que respondió Monterrubio, y le ofreció otra silla de ruedas, pero igualmente sin cinturón de seguridad. El pasajero insistió en que ellos tenían elevador y que él podría bajar por ahí, a lo que Monterrubio agregó: “No demoraré el vuelo por una sola persona. Si no baja por las escaleras el vuelo lo dejará”. Y así ocurrió.
Fue entonces cuando Carlos se comunicó a la CDHDF para solicitar ayuda; funcionarios lo enlazaron con programas de radio para denunciar el hecho.
Luego, Néstor Martín Meléndez, director de Calidad del Aeropuerto se presentó a la sala 17-A, le ofreció una disculpa y admitió que a las personas con discapacidad “se les carga a lomo”.
Carlos Ríos presentó una queja ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en contra de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes por denegación de ajustes razonables, la cual es una forma de discriminación, de acuerdo con lo que establece la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
La Convención prevé la obligación, de los países firmantes, de realizar ajustes razonables para que las personas con discapacidad puedan ejercer sus derechos, en este caso el derecho al libre tránsito. Por “ajuste razonable” debe entenderse las modificaciones y adaptaciones necesarias y adecuadas que no impongan una carga desproporcionada o indebida, cuando se requieran en un caso particular, para garantizar a las personas con discapacidad el goce o ejercicio, en igualdad de condiciones con las demás, de todos los derechos humanos y libertades fundamentales.
“Un cinturón de seguridad y la utilización de un elevador no imponen una carga excesiva ni desproporcionada al aeropuerto”, comenta Carlos Ríos.
“Si el servicio se ofrece de tal manera que objetivamente puede resultar un daño de consideración contra el pasajero, ello equivale en los hechos a negarlo. Dicha conducta menoscaba el derecho del pasajero al libre tránsito”, añade.
Aunado a esto último, diversas líneas aéreas exigen a las personas con discapacidad que firmen cartas responsivas o que viajen acompañadas. “Estas son prácticas que requieren ser revisadas a la luz de las nuevas obligaciones derivadas de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
“Si van a exigir que viajen acompañadas, lo justo es que la línea pague el boleto y honorarios del acompañante, como en Canadá para vuelos domésticos”, opina.
Jóvenes discriminados
El caso de Carlos Ríos no es el único. El pasado 11 de septiembre a Martín Reyes y Odilia Luis Vázquez se les impidió abordar el vuelo 7423 de Click Mexicana que viajaba del DF a Puerto Escondido. La sobrecargo y el capitán Iglesias obligaron a los jóvenes a descender, argumentando que al tener una discapacidad psicomotriz no podían viajar sin la compañía de un adulto.
Los afectados están exigiendo una disculpa pública de la aerolínea, una compensación económica, que se sancione a los responsables del evento y que se garantice no repetir los hechos.
También lo llaman “pasajero rojo”
Carlos Ríos propone a las personas con discapacidad quejarse por este tipo de prácticas y no permitir la discriminación que él ha padecido en varias ocasiones.
Y recuerda que, recientemente, tuvo que esperar hora y media para descender de una aeronave, pues la aerolínea no contaba con una silla “pasillera”.
“Bajaron todos del avión, incluyendo pilotos, aeromozas, subieron por la basura, sacaron la basura antes que a mi”, dice sumamente molesto.
Mientras tanto, Carlos continúa dando la batalla frente a todo aquel que lo llame “pasajero rojo” como lo hiciera el capitán López Herrera durante el vuelo 907 de Mexicana. En esa ocasión, 10 de febrero de 2009, de regreso de la ciudad de Zacatecas, fue detenido por la Policía Federal Preventiva con la advertencia de que sería boletinado de manera definitiva en esta compañía de aviación.
“Desde que el vuelo despegó de Zacatecas solicité a la sobrecargo que pidiera una silla ‘pasillera’ y mi silla de ruedas manual para poder descender del avión. Al llegar a la ciudad de México éstas no estaban”, recuerda.
Su asistente lo tuvo que sacar cargando del avión. Luego, fue conducido por agentes judiciales a las oficinas de la Procuraduría de Justicia del DF.
Como ahí no había “delito”, fue llevado a las oficinas de la PGR, siempre por petición del capitán López, quien “abusando de su poder manipuló a todo el personal para perjudicarme y detenerme ilegalmente”. Ese día Carlos estuvo detenido por más de tres horas.
martes, 21 de julio de 2009
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