Desde hace ya varios años, he venido notando, tanto por experiencia propia como por familiares, amistades y personas conocidas, sobre el tema tan terrible que son los jefes en los trabajos, la gran mayoría se expresan muy mal de ellos, con honrosas excepciones, así mismo esta gran mayoría también tienen un complicado discurso al respecto con relación a expresar los verdaderos sentimientos hacia estas personas, según ellos por el temor de volverse a encontrar bajo este mismo concepto de dominio, otros porque creen que al expresar sus ideas y sentimientos: hablan mal y posiblemente se vean así mismos mal por hacerlo. Pero en conversaciones en corto, la gran mayoría se expresa de forma horrible de estos personajes en nuestra cotidianeidad; vamos desde productores de televisión y novelas, empresarios, servidores públicos, políticos, hasta el ambiente académico.
Los intentos de medir esta situación es realmente difícil, yo mismo pienso que es muy subjetivo; debemos de encontrar una matriz donde concurran hechos objetivos, tanto materiales como inmateriales y sin duda a equivocarme un buen comienzo son los derechos humanos. Éstos que tienen bien definido y acotado los principios donde descansa la dignidad humana, en un complejo catálogo, que al transcurrir el tiempo se han venido sumando y sumando nuevos, es así como en estas pláticas cortas con la gente me han comentado y además yo mismo lo he vivido, diferentes formas de agresiones en su ámbito laboral por parte de sus jefes, como son: gritos, insultos, vejaciones, hostilidades, denotaciones, acoso laboral y sexual, aislamiento, segregación, entre otros muchos, estos que pueden entrar en un daño inmaterial toda vez que golpean la dignidad humana dando como resultado un trastorno psicológico, como llegar a tener miedo por ir al trabajo y que muchas veces pareciera apatía o flojera. Hasta llegar al ámbito material cuando de plano golpean o merman nuestro trabajo de forma directa como lo es: abusar del uso de los servicios por honorarios, los cuales por cierto en este país es el pan de cada día, y que hoy por hoy, constituyen y evidencian la nueva forma de esclavitud: debido a que estas personas no tienen derechos de seguridad social: como lo es el IMSS, guarderías, pensiones y jubilaciones, plan de carrera, etc., no tienen derechos laborales: me refiero a reparto de utilidades, aguinaldos, son sobre explotados debido a que tienen que cumplir con un horario mínimo mayores a las ocho horas legales, les cuentan los retardos pero eso si no tienen hora de salida y les aplican métodos inquisitoriales por si salen a tiempo o por lo menos antes que los demás.
Tantas y tantas prácticas de abuso que existen por parte de los patrones, jefes y demás jerarquías en contra de sus semejantes de forma material al grado de aniquilar el poder adquisitivo, merman el patrimonio y pulverizan la dignidad de las personas. Pero esto no acaba aquí, sino que trasmina, pasa y se cuela a la familia, deteriorando sus relaciones internas, al grado que no solo tienen que trabajar padres y madres, sino también los hijos, la responsabilidad recae en todos los integrantes, y luego entonces comienza la descomposición social, la desintegración familiar debido a la carencia por más que se trabaje.
Esta es la realidad cotidiana de nuestro país, de nuestra sociedad, es por esto que las reformas en materia laboral requieren de un minucioso análisis con perspectiva de derechos humanos, y no por el contrario, como al parecer se quieren hacer.
Les comparto en este espacio, el artículo que hoy me hizo reflexionar con relación al tema, y que espero nos sirva a muchos, pero sobre todo aquellos que hoy no son aludidos, sino francamente expuestos.
C.L. Rodolfo Vitela Melgar
Por la conquista de todos nuestros derechos.
Los intentos de medir esta situación es realmente difícil, yo mismo pienso que es muy subjetivo; debemos de encontrar una matriz donde concurran hechos objetivos, tanto materiales como inmateriales y sin duda a equivocarme un buen comienzo son los derechos humanos. Éstos que tienen bien definido y acotado los principios donde descansa la dignidad humana, en un complejo catálogo, que al transcurrir el tiempo se han venido sumando y sumando nuevos, es así como en estas pláticas cortas con la gente me han comentado y además yo mismo lo he vivido, diferentes formas de agresiones en su ámbito laboral por parte de sus jefes, como son: gritos, insultos, vejaciones, hostilidades, denotaciones, acoso laboral y sexual, aislamiento, segregación, entre otros muchos, estos que pueden entrar en un daño inmaterial toda vez que golpean la dignidad humana dando como resultado un trastorno psicológico, como llegar a tener miedo por ir al trabajo y que muchas veces pareciera apatía o flojera. Hasta llegar al ámbito material cuando de plano golpean o merman nuestro trabajo de forma directa como lo es: abusar del uso de los servicios por honorarios, los cuales por cierto en este país es el pan de cada día, y que hoy por hoy, constituyen y evidencian la nueva forma de esclavitud: debido a que estas personas no tienen derechos de seguridad social: como lo es el IMSS, guarderías, pensiones y jubilaciones, plan de carrera, etc., no tienen derechos laborales: me refiero a reparto de utilidades, aguinaldos, son sobre explotados debido a que tienen que cumplir con un horario mínimo mayores a las ocho horas legales, les cuentan los retardos pero eso si no tienen hora de salida y les aplican métodos inquisitoriales por si salen a tiempo o por lo menos antes que los demás.
Tantas y tantas prácticas de abuso que existen por parte de los patrones, jefes y demás jerarquías en contra de sus semejantes de forma material al grado de aniquilar el poder adquisitivo, merman el patrimonio y pulverizan la dignidad de las personas. Pero esto no acaba aquí, sino que trasmina, pasa y se cuela a la familia, deteriorando sus relaciones internas, al grado que no solo tienen que trabajar padres y madres, sino también los hijos, la responsabilidad recae en todos los integrantes, y luego entonces comienza la descomposición social, la desintegración familiar debido a la carencia por más que se trabaje.
Esta es la realidad cotidiana de nuestro país, de nuestra sociedad, es por esto que las reformas en materia laboral requieren de un minucioso análisis con perspectiva de derechos humanos, y no por el contrario, como al parecer se quieren hacer.
Les comparto en este espacio, el artículo que hoy me hizo reflexionar con relación al tema, y que espero nos sirva a muchos, pero sobre todo aquellos que hoy no son aludidos, sino francamente expuestos.
C.L. Rodolfo Vitela Melgar
Por la conquista de todos nuestros derechos.
La ciudad y los malos jefes
26 de enero de 2011
Por: Homero Bazán
¿Se puede medir la felicidad de la vida laboral en la ciudad de México?
Parecería una pregunta extraña, pero curiosamente numerosos expertos han tratado de responderla desde hace varias décadas.
Desde los años 50 se realizaron los primeros estudios sociológicos sobre los factores que, en opinión de un empleado capitalino, contribuyen a atrasar el trabajo y crean un ambiente de infelicidad. Después de revisar varios trabajos de esa década, así como de los años 60 y 70, el veredicto recayó directamente en la figura de lo que se conoce comúnmente como “un mal jefe”.
Hace unas semanas tuve la oportunidad de platicar con la investigadora y socióloga Eugenia Pérez, quien desde hace décadas ha realizado uno de los trabajos más amplios a este respecto, aplicándolo a la ciudad de México.
Considera que en los últimos 40 años en nuestra urbe, la figura de “el jefe” ha cobrado dimensiones kafkianas, convirtiendo a muchos pequeños cotos de poder en micro regímenes que inciden directamente en el estado de ánimo de un gran número de personas.
Su estudio de campo que abarca desde los años 70 hasta nuestros días indica que los malos jefes generan un retroceso en núcleos clave de productividad, produciendo en cada generación pérdidas sociales, humanas y embotamiento sicológico, que constituyen el principal factor de muchos males contemporáneos.
Un mal jefe, arroja el estudio, es aquel que por inseguridad tensa a su equipo con despotismos, es incoherente, confunde prisa con productividad y caprichos con prioridades, es también aquel que no tiene capacidad de autocrítica ni retroalimentación con quienes están a su cargo.
De hecho, concluye, si al mal jefe se le colocara dentro de las tablas con códigos binarios que sirven para crear estadísticas sociales por bloques generacionales, estos representarían algoritmos defectuosos que impiden, duplican, tergiversan y obstaculizan el libre tránsito de datos dentro de un sistema, algo parecido a lo que ocasiona cualquier virus en una computadora.
Curiosamente la misma investigadora publicó en los años setenta uno de sus estudios donde señala que el próximo paso para crear dentro de la ciudad de México una sociedad más evolucionada, será crear una vacuna contra el virus llamado mal jefe, y que consistirá en crear sistemas democráticos de calificación en los que todo un equipo, sin temor a represalias, califiquen por ley a quien está al mando, y en caso de resultar reprobado se le retire instantáneamente.
Afirma que aunque esto parezca una utopía ya es una realidad desde hace décadas en ciudades como Tokio, donde hay un sofisticado sistema para cesar a los malos jefes, lamentablemente en nuestro país existe un gran atraso en este sentido, siendo el compadrazgo, la corrupción y la intriga el trampolín que coloca a muchos malos elementos en un puesto para el que no están capacitados.
Y curiosamente el tema fue mencionado hace décadas por el rector Javier Barros Sierra, quien afirmó: Tener a una cabeza de equipo siempre será parte de la constitución social de las ciudades y las naciones, no obstante es hora de reflexionar sobre la responsabilidad que es tener a otros seres humanos bajo mando y crear el modelo de un buen jefe, alguien que se dirija con respeto hacia su equipo, demuestre estar capacitado, que dé órdenes claras, precisas y respetando las ideas de otros”. Muchas gracias a nuestros amables lectores por los más de 300 correos que recibimos acerca del tema de la flojera capitalina ¡dejemos libres las rampas!
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