Irónicamente la homofobia se instala dentro de la misma comunidad gay. El rechazo no es explícito ni está encaminado directamente a la discriminación, pero sí a la apertura para rechazar estereotipos, conductas y hasta formas de pensar
por Hernán Paniagua [xiu_cuautli@yahoo.fr]
8 de octubre del 2007
De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, discriminar es dar un trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etc. En esta definición, los caballeros no tuvieron a bien incluir los de tipo sexuales; pero el etcétera nos autoriza a incluir lo que queramos. A fin de cuentas, para discriminar hacen falta sólo las ganas, aunque no tengamos ningún motivo. La homofobia es, efectivamente, un tipo de discriminación que se deriva de las actitudes que una persona tiene con respecto a una orientación sexual que no es la heterosexual. En la actualidad no es algo que pueda presentarse abiertamente en la calle o en algún otro espacio público, particularmente en las grandes ciudades donde la homosexualidad se ha convertido en algo “políticamente incorrecto” que despierta la desaprobación de quienes se rigen por las buenas costumbres y lo más básico de la urbanidad. Claro, ésto no implica que la conducta homofóbica haya desaparecido, sólo se ha encubierto: la gente discrimina en voz muy baja, o cuando están entre gente de confianza que, se asume, es heterosexual. Este reprobable fenómeno se da entre personas heterosexuales aun pese a la censura social y, por irónico que parezca, también entre homosexuales, donde no es una respuesta social generalizada. Sí, la homofobia está presente en el comportamiento de muchas personas que tienen prácticas homoeróticas. Explico: la homosexualidad suele ser un elemento sicológico que en ocasiones no es completamente aceptado por la misma persona que es gay; la aceptación es un proceso constante que le requiere al hombre o mujer que es homosexual irse reconciliando con su “diferencia” sexual e incorporar su homoerotismo progresivamente a cada experiencia. Cuando este proceso de aceptación guarda asuntos sin resolver y su homosexualidad sigue siendo un pesado lastre fuente de culpa, la persona en cuestión rechazará las actitudes que, a su modo de ver, exterioricen su homosexualidad, y además de reprimirlas para sí, rechazar también las conductas homoeróticas en las otras personas, ya sea gente que le sea emocionalmente cercana o no, ya sea una muestra de cariño o no. Así, la homofobia se instala, irónicamente, dentro de la misma comunidad gay, donde no existe un rechazo explícito hacia la discriminación, y sí una apertura para rechazar al otro por el grado en el que es “obvia” su orientación homoerótica u otras condiciones. Lo expuesto es claro cuando exploramos los perfiles de contacto que encontramos, dentro de internet, en algunos sitios para conocer gente con intención de tener sexo o establecer alguna relación; ahí podemos ver textos discriminantes como: “me late conocer gente chida, no obvia”, “busco un man varonil buena onda, por favor no locas”, o incluso “Si le dices "joc dots" a los hot dogs... no escribas!”.Lo que sucede es que frente a una falta de aceptación de la propia homosexualidad, existe la idea irracional de que, de establecerse contacto con personas notoriamente homosexuales (peyorativamente llamadas “afeminados”), la propia homosexualidad se potenciará; es decir, es el temor de que uno se volvería más obvio, más “afeminado”, como por contagio. La última idea es muy parecida al viejo rollo de que la “homosexualidad se pega”, sólo que en esta ocasión no es alguien heterosexual quien lo piensa, sino alguien homosexual para quien el homoerotismo ajeno causa mucho ruido, en tanto que el propio le constituye todavía una dura carga. En relación a la homofobia y la discriminación, “lo que te choca, te checa”, como dicen por ahí. Hay un proceso social, del que habla un autor Erving Goffman, que consiste en el hecho de que la gente que es estigmatizada por algún rasgo (su sexualidad, por ejemplo), busca estigmatizar según el grado en que se “les nota” ese atributo que origina el estigma. Siguiendo esta idea, en la comunidad lésbico gay los más discriminados suelen efectivamente ser quienes parecen más “obvios”, aquéllos que en los perfiles para hacer contacto, se les pide específicamente que no escriban. Y acotemos que también está el derecho a defender los gustos personales: quizá no me gusten los hombres de baja estatura y no por ello estoy discriminando, es cierto, sin embargo puedo expresar lo que prefiero de una manera en la que no vaya implícito una agresión hacia quienes no son altos, o hacia quienes tienen una forma de ser más femenina, en el caso de los ejemplos que mencioné unas líneas arriba. La reflexión inevitable es: constituimos una colectividad que lucha puntualmente contra la discriminación, pero en casa, al interior de esta misma comunidad, cotidianamente nos discriminamos entre nosotros; mientras esta circunstancia se mantenga, será imposible cambiar las actitudes que la sociedad mantiene hacia la gente homosexual.
http://anodis.com/nota/10354.asp#
lunes, 8 de octubre de 2007
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