lunes, 24 de agosto de 2009

Trata de personas: un crimen sin castigo

Ella es sólo una de las miles de víctimas de la trata en México, pero de las pocas que lograron huir de sus captores

Por Daniel de la Fuente

Durango, Gómez Palacio (23 agosto 2009).- "¡Ya encontraron a tu muchacha! ¡Córrele!!.

José Varela Turrubiate salió rápidamente de su hogar en el Ejido Luján, en Gómez Palacio, un poblado a las afueras de la capital duranguense.

Entonces de 43 años, moreno, muy delgado y de pelo corto pegado a la cabeza y barba de candado, el hombre corrió a la tienda del primo y tomó con fuerza la bocina del teléfono público.
"¡Bueno! ¡Dígame, bueno!", recuerda que gritó y el interlocutor le pidió calma.

"Aquí está Milagros, señor. Ya está con nosotros", le dijo el policía de la Federal Preventiva cuando José dio su nombre.

"¿De dónde habla?", dijo.

"De Mante", respondió el oficial y José permaneció en silencio.

Esa ciudad tamaulipeca era una por la que nunca pasó en los tres meses y medio de búsqueda de su hija, en motocicleta, por cuatro estados del norte del País.

José colgó y le dio llorando la noticia a su esposa, María de Jesús Bravo, quien lo acompañó en buena parte de los viajes.

Ambos fueron por Milagros.

Al llegar a la PFP de Mante, le dijeron a José que su hija estaba en una oficina.

"Si hubiera visto cómo llegó me entendería la sorpresa: traía unos huaraches café, de plástico, todos rotos; un short viejísimo, una camiseta hasta acá", dice apuntándose a las rodillas.

"La muchacha nomás me vio y me cerró la puerta, me gritó que quién era yo y que si yo era de su familia, que por qué no la habíamos buscado".

A José se le salieron las lágrimas de la tristeza y la emoción.

"Mi'jita", le dije, "¿cómo crees que no te buscamos si le dimos la vuelta a todas las ciudades?".

Milagros comenzó a rendir su declaración. Sentado a su lado, su padre escuchó callado y con las manos entrelazadas la historia de terror que había vivido a partir del sábado 8 de enero del 2005 en que fue secuestrada, una semana antes de su cumpleaños 17, y que la volvió una víctima más de la trata de personas en México.

Sin embargo, no todas vuelven como Milagros.

***

La pesadilla de los padres de Milagros, él fotógrafo y ella cocinera, consistió en buscarla en moto por cuatro estados en tres meses y medio.

"Si no hubiera encontrado a mi hija, no estaría aquí!, afirma José y se talla con las palmas el cabello corto. "Es como estar muerto en vida. Me valía aventarme las carreteras en moto.

"Me decían: 'Ten cuidado', pero ¿qué hacía? Era el único medio de transporte barato que tenía. Una vez me andaban atropellando en el Periférico y mi esposa se asustó mucho.

"Entonces me salía a llorar al corral, para pensar qué hacer".

La autoridad nunca dio pistas o señal de estar investigando.

Por ello, con su esposa primero, y después solo, José anduvo en una Islo 175 azul con asiento ampliado que le compró su hijo, obrero en Estados Unidos.

"Durábamos dos o tres días. La última vez que fui a Saltillo anduve por los mecheros de las cantinas, a orillas de carretera.

"Nunca nos querían dar informes porque tenían mujeres trabajando, puras chavalitas: 'Aquí no vengas a preguntar', me decían".

Durango, Cuencamé, Saltillo, Parras, Chihuahua, Ciudad Juárez, Jiménez, Gómez Palacio. Fueron muchas las ciudades y pueblos recorridos. Puros tanques de 75 pesos. Cientos.

"El perdido a todas va y llegamos a ir con brujas y videntes que eran charlatantes y nomás te quitan el dinero.

"Nos costó 600 pesos una llamada con Walter Mercado, que fue el que nos dijo que Milagros estaba secuestrada en una casa afuera de una ciudad, que estaba viva y que estaba sufriendo, pero que la volvería a ver".

El día en que murió el Papa Juan Pablo Segundo, José salió de nuevo al corral a llorar y a rezarle al pontífice fallecido.

"Uno se agarra de santos, así es que le dije: 'Señor, tú que estás cerca de Dios, ayúdame', y al tercer día me hablaron los federales (de Mante) diciéndome que ya tenían a mi hija".

Cuando José y su esposa fueron por ella dejaron su casa semivacía, pues habían vendido todo para financiarse, y llegaron sin un peso a Mante.

"Hablé con los de Ómnibus de México y les platiqué mi problema y gracias a Dios me regalaron boletos para Torreón.

"Teníamos dos días sin comer nada y en el camino gasté los únicos 50 pesos que traía y completé dos sodas y dos bolsas de churros. ¿Te acuerdas, mi'ja?", pregunta con los ojos húmedos y su hija le mira con afecto.

"Sí, pa'. No lo olvido", musita.

***

Milagros es robusta, de tez blanca y ojos café oscuro. Viste pants y juguetea con un celular. Es silenciosa y habla lo necesario, como si diera lectura a una carta que, por sus detalles, hubiera sido escrita desde el infierno.

Ella no necesita preámbulo para dar su testimonio, que inicia una noche tras cenar con un amigo y volver sola a casa.

"Era un sábado, a las nueve, en la calle. Una persona (Luis Gerardo Ibarra Contreras, hoy prófugo) se acerca a mí, me saluda. Venía en una camioneta roja o guinda. Me sube. Dice que me da raid. Lo conozco, trabajaba antes en la lavandería (una maquila en la que ella trabajaba).

"Me deja por un rancho. Unos me suben a otra camioneta y me ponen una navaja y un trapo, no sé qué traía. Me dormí".

Despertó en la habitación de un hotel. Apenas abrió los ojos la empezaron a golpear entre varios y la obligaron a bañarse con la ropa puesta. La volvieron a dormir y, más tarde, la joven despertó en un tráiler.

"Amanecí en la habitación de otro hotel donde había prostitución. Me drogaban, me golpeaban. Me iban a vender, dijeron.

"Miré muchas chavas, chavitas de 13, 15 y grandes, con hijos, sin hijos. Había 50, 20, no sé".

La mitad era de origen guatemalteco, dice. El resto, de Ciudad Juárez.

Muchas tenían bebés, por lo que al dejarlas salir para ir al centro sus captores les decían que si en una hora no regresaban matarían a los hijos
.

No supo el nombre del lugar, pero sí que éste se ubica en la zona roja de Tampico conocida como "El Triángulo".

Como le dijeron que la iban a vender en Tamazunchale, la dejaban en un cuarto sin rendijas y un homosexual la maquillaba para que le tomaran fotos y no salieran los moretones.

"No sé si fui obligada a estar con clientes porque me ponían muy locotota, con piedra".

A los 15 días hubo un cateo y los captores sacaron a las jóvenes de reciente ingreso, "la mercancía nueva", les decían, para evitar que las rescataran.

Las llevaron a Pueblo Viejo, Veracruz, y las cruzaron en bote por un lago.

"Éramos varias y quise escapar, pero me atraparon. Me golpearon, me dijeron maldiciones.

"En eso había una que gritaba 'Se les pasó la mano' Yo creo que la drogaron, se volvió loca".

Dice que aventaron a la joven al agua, infestada de cocodrilos. Nunca la volvió a ver.

A ella no la mataron, porque "tuvo pantalones" para gritarles que le valía madre lo que pasara.

Ya en tierra, huyó y llegó de aventón a una cantina en el pueblo veracruzano de González.

Llegó a la cantina La Morenita, atendida por una mujer que aceptó esconderla, aunque al poco unos hombres la descubrieron y la llevaron a Mante con quien sería su "dueño": Artemio Martínez Hernández.

***

Sentada afuera de su casa, Milagros baja la vista y juguetea con su celular cuando se le pregunta por su captor, sobre quien no dice si abusó sexualmente de ella.

"No sé si Artemio era al que desde el principio me iban a vender. A mí me decían que me iban a poner de esposa de un narco, y aunque llegué a ver coca y mariguana, no sé si era él".

Ex pareja de dos mujeres, una adulta y una niña que a los 15 años se trajo secuestrada de Cuernavaca y que le dio tres hijos, el viejo tenía dos cantinas: El Amigo y El Pacífico, por la Central de Autobuses de Mante.

"En El Amigo trabajaban como 10 chavas y como cinco eran menores de edad. Una era Reyna, tiene 15 años; había otra que recogieron de un rancho, que engañaron a sus papás.

"Yo fui con Artemio por ella. Él les dijo que yo era su esposa, que me llamaba Esmeralda y que quería a la muchacha para el quehacer, que yo no podía".

Artemio tuvo a la niña haciendo quehaceres hasta que la obligó a acompañar clientes y ofrecerse. Como se resistió, el hombre la devolvió a su casa.

Milagros se encargaba de las cuentas, pero siempre custodiada por dos guardaespaldas. Casi a diario, el hombre la golpeaba, lo que aunado al consumo de drogas la empezó a atolondrar y a perder la memoria.

Ella intentaba mantenerse cuerda escribiendo lo que recordaba.

Por ejemplo, vio en la rockola que un corrido decía Varela y recordó que era su apellido.

"También guardaba monedas de la rockola. Quise escapar siete veces, pero me agarraban".

Un día llevaron a las menores a unas casas afuera de Mante, debido a una revisión policiaca en los negocios, y Milagros aprovechó para escapar.

Tras una serie de aventones se topó con un oficial de la PFP, a quien le explicó su situación.

El policía la buscó entre los reportes de menores robadas y halló una de sus características y de apellido Varela en Durango.

Artemio fue arrestado, pero lo último que supieron fue que aún no había sido condenado. La red de trata nunca fue investigada por las autoridades federales, las cuales argumentaron que Milagros sufría de trastornos que le impedían "ser coherente en tiempo y espacio".

Además, la joven dice que en la SIEDO no la tomaron en cuenta.

Hasta le sugirieron "casarse" con su tratante. Patético.

Al tiempo, Milagros entró a la policía de Gómez Palacio.

"No me apura que ande de policía", interviene José.

"Sirve que se defienda, que aprenda a usar armas. Así no cualquiera le va a hacer algo".

La joven sonríe triste y sigue jugando con su celular.


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Sin paradero
Fanny y Adelita son dos de nueve menores que desde el 2002 están desaparecidos en Coahuila Por REFORMA/Redacción

Distrito Federal (24 agosto 2009).- A partir del 2002 en Coahuila se dio una racha de desapariciones de menores, nueve hasta hoy de manera oficial, sin que ninguna autoridad haya hecho algo para localizarlos.

Una es Silvia Stephanie Sánchez Ortiz "Fanny", cuya historia inicia a las 16:30 horas del 5 de noviembre del 2004, cuando en compañía de su hermano Michel salió de su casa en la Colonia Quintas del Nazas.

Ambos tomaron un camión y él se bajó primero para ir a su entrenamiento de futbol en la Ciudad Deportiva de Torreón.

Ella, entonces de 16 años, avanzó hasta un torneo deportivo, en el Colegio América.

De acuerdo a testigos, la niña estuvo en la competencia y, al finalizar, fue a devolver un discman a la casa de un amigo que, sin embargo, la esperaba en casa de ella.

Al no encontrarlo, fue a la casa de una amiga y le pidió a la mamá 2 pesos para el camión. La mujer se los dio y la vio caminar hacia la parada, en la Calle 28 casi esquina con Matamoros.

El sitio donde desapareció.

"Aún me paro allí por horas para entender qué pasó", lamenta Silvia, su madre.

Las horas corrieron de la misma forma que en todos los casos de menores desaparecidos: su familia la buscó por todas partes, telefoneó a todo número y acudió a hospitales, cárceles y forenses.

Ya para el mediodía del 6 estaba puesta la denuncia y había volantes con la cara de Fanny, de buenas calificaciones y considerada tímida por amigas de la prepa.

"Desde el principio tuve la hipótesis de que la habían secuestrado", dice Silvia, quien mira a Óscar, su esposo, tenso y silencioso.

"Lo presentía por su forma de ser, porque no tenía problemas, tampoco malas amistades".

La hipótesis se confirmaría el 23 de noviembre cuando Michel estaba en un negocio de celulares y vio que alguien lo seguía desde una Cherokee negra.

Él le llamó a su papá, quien fue a auxiliarlo no sin antes hablar al 060.

Tras una persecución, la policía detuvo el vehículo cerca del lugar de la desaparición de Fanny.

Esta acción, torpemente consignada por las autoridades, les permitió a Silvia y Óscar empezar a conocer una historia de terror que aún hoy no tiene fin.

El conductor era Jesús Ramón Ruelas García "El Moyo" o "El Chuyín", sobrino de los hermanos Rodolfo y Concepción García Vargas, apodados "El Rudy" y "La Cony" , respectivamente, cabecillas de una familia que presuntamente le dio la entrada a "Los Zetas" a Torreón, con la complicidad del Grupo Antisecuestros de Coahuila.

Esta agrupación fue disuelta y de su director Enrique Ruiz Arévalo no se han tenido noticias desde que fue subido a Youtube un video en el que aparece vendado, torturado y dando nombres de empresarios presuntamente relacionados con el narco.

Su sucesor, Gerardo Valdés Segura, también fue levantado a 37 días de haber tomado el cargo.

Silvia cuenta lo que ha podido saber en torno a la desaparición de Fanny y los presuntos nexos con el narcotráfico.

"Sus tíos (de "El Moyo" o "El Chuyín") tenían una cantina frente a la casa donde Fanny fue a pedir dinero: "Club Fox"; en su preinauguración, el día que desapareció Fanny, había camionetas de Tamaulipas, Juárez y Texas".

Aunque "El Moyo" negó en su declaración haber visto a la niña, fuentes de los papás de Fanny les comentaron que él la capturó con la ayuda de "El Mafalda" y "El Lechuga", otros compinches relacionados con Los Zetas.

"De la autoridad no supimos esto", cuenta Silvia. "Sí de gente buena, que está metida a fondo, y que nos dijo que por mi hija se soltó una buena cantidad para que la investigación no avanzara.

"Parte de ese dinero se le dio a Ruiz Arévalo y a su comandante René de León (prófugo y amante de "La Cony")".

Con el tiempo, las hipótesis se han diversificado en tres versiones: que la niña fue asesinada y sepultada en un fraccionamiento de "El Rudy", llamado San Rodolfo, por la escultura "La Puerta", en Torreón; que es obligada a trabajar en una red de explotación sexual, y que fue secuestrada para ser pareja de un importante líder de la delincuencia organizada.

Esta última versión se las confirmó a los padres de Fanny la entonces fiscal para la Atención de Delitos contra las Mujeres de la PGR Alicia Pérez Duarte.

"Ella dijo que por la corrupción en el estado el expediente se iba a la PGR", explica Silvia.

Esto, dicen, fue finalmente contraproducente, pues el Gobierno estatal se lavó las manos, en tanto la fiscal renunció presuntamente en apoyo a la causa de Lydia Cacho, sin darles más detalles del paradero de Fanny.

Hoy, la ex funcionaria argumenta que no tuvo el apoyo de la PGR para recuperar a la niña, quien ya habría tenido un bebé.

"Con ella tuvimos esperanzas, pero nos manejaba las cosas muy silenciosas", dice Silvia, quien acusa a la ex fiscal de engaños e incompetencia, pues les obstaculizó un encuentro con el Procurador Eduardo Medina Mora y hasta los envió a ella y a Óscar a una ciudad de Estados Unidos para que buscaran a Fanny y la identificaran para así "actuar", en vano, ya que ella renunció esos días.

"Incluso a Cristina le dijo que su hija seguía en Torreón".

Cristina es la madre de Adela Jazmín Solís Castañeda, quien desapareció el 2 de junio del 2004, también en Torreón y unos meses antes que Fanny. La menor había celebrado su fiesta de 15 años apenas el 29 de mayo.

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Cristina mira las fotos en las que aparece su hija. También, el ancho folder con las fojas del expediente que contiene su caso y en el que nada llama la atención.

"Ese día la esperaba para comer; venía de la escuela y se iba a ir a su clase de ballet", narra.

"Al ver que no llegaba me empecé a inquietar. Hablé con sus amigos, pero me dijeron que la estaban esperando para la clase".

Según amigas, Adela bajó de un camión en el centro de Torreón.

Nadie la volvió a ver.

Cristina y su ex esposo visitaron hospitales y cárceles. Repartieron volantes en pueblos y rancherías e hicieron mantas como la que pende frente a la casa de Cristina, con el retrato de la niña.

Silvia y Óscar la visitaron para conocer su caso y compartir experiencias, pero aunque su drama había comenzado antes que el de ellos, Cristina carecía de hipótesis.

Era como si a Adelita se la hubiera tragado la tierra.

En ambas familias abundan las historias de burlas y extorsiones telefónicas por las que algunos fueron a dar a la cárcel. En el caso de Adelita, Cristina recibió una llamada de una persona de la Colonia Jacarandas, de Torreón, que le dijo que era el padre de quien tenía a la niña, pero que temía denunciar a su hijo.

Hoy, Cristina piensa que el interlocutor era el captor de Adelita, quien estaba temeroso de la campaña de búsqueda en los medios.

Nunca volvió a llamar.

A Silvia se le han presentado enviados que le dicen que su hija está bien y que será mejor que ya no diga nada a la prensa.

Incluso, una vez les habló alguien que les refrendó la teoría de Pérez Duarte: que Fanny vivía de "esposa" de un líder de la delincuencia, en Estados Unidos.

Silvia argumenta que ella cree en esa teoría, ya que póster que pegaban en bardas de tierras tamaulipecas, póster que arrancaban manos anónimas. Lo mismo les sucedió una vez que estaban en el hotel de una ciudad: vieron cuando un grupo de hombres salieron huyendo de la habitación, la cual dejaron revuelta.

Nada une, sin embargo, a las historias de Fanny y Adelita fuera de tres detalles comunes: las secuestraron después de acudir a actividades escolares, son relativamente similares físicamente y les tomaron fotografías semanas antes de su desaparición.

"A Fanny le tomaron fotos como seis meses antes. Venía por la calle y oyó el 'click'", cuenta Silvia.

"Cuando volteó un hombre moreno de pelo rizado le estaba tomando las fotos desde un vocho blanco que la empezó a seguir, pero ya no lo hizo cuando la niña se fue corriendo".

Fanny comentó lo ocurrido a sus padres, no así Adelita, cuyas amigas enteraron a Cristina después de la desaparición. La joven venía con unas amigas y, al ver que les tomaban fotos, huyeron.

Era un auto negro y grande.

"Nadie nos ha hecho caso y nadie sabe lo que uno pasa", dice Silvia y abraza a Cristina, quien se cubre la cara para llorar.

"Por andar en esto perdimos la casa; la dejamos de pagar y nos tuvimos que ir a la que tenemos ahora, de renta", cuenta Silvia.

"Óscar ha perdido muchos trabajos por tantas faltas".

Cristina, por su parte, ha tenido que enfrentar sola la ausencia de su hija. Su marido la abandonó antes de la desaparición y rara vez la ha acompañado.

"Pero, si no la hace uno (la búsqueda), quién la va a hacer.

¿Quién?", dice Silvia, desesperada.

Además de Fanny y Adelita, en Coahuila están desaparecidas las siguientes menores: María Guadalupe Flores Guerrero, Perla Edith Rentería Arellano, y Mayela Paola Múzquiz Aguilar.

También, Rosa Margarita Rodríguez Flores, Cinthya J. Bautista Pedraza y Cynthia Guadalupe Martínez Díaz.

Nunca la autoridad estatal se ha comprometido con hechos a resolver los casos. Menos la federal, la cual les presume secrecía en sus investigaciones a las familias, por lo que éstas no tienen la certeza de que estén trabajando.

Sin embargo, Silvia subraya algo que podría ser positivo desde la desaparición de las jóvenes.

"Los padres cuidan más a sus hijas, ya no las dejan solas.

"Se creó una histeria tal que nos volvimos desconfiados.".

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Desesperados ante la inacción de las autoridades de todos los niveles, Silvia y Óscar hicieron contacto con la Asociación Mexicana de Niños Robados y Desaparecidos, con sede en la Ciudad de México, con la que han colaborado en la localización de menores.

Sin embargo, a casi cinco años de la desaparición de su hija, Silvia manda correos electrónicos, llenos de angustia e impotencia, en los que les implora a los captores de Fanny que la liberen.

"Sólo pido poder verla", escribe y apunta casi como para convencerse a sí misma.

"Creo en Dios pese a todo".

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