Si bien, la supremacía se ha forjado en torno a la raza y a
las características predominantes que de ella emanan, en atención al excelente aspecto
físico de las personas, y sus cualidades supuestamente intrínsecas, dependiendo
más de su lugar de origen que la nacionalidad, hoy las cosas se han tornado un
tanto diferentes.
La supremacía que atendía a varias características que le
daban forma y sustento, han evolucionado, dentro de la apreciación de sus ejes
principales, así pues la biológica, la cultural y la moral han sufrido
modificaciones sustanciales que redireccionan la ideología del odio y la
discriminación.
La primera se encontraba en el estudio y exaltación de una
serie de rasgos fenotípicos de las personas, van desde coloración de la piel,
cabello, ojos, hasta tamaño de miembros y órganos; la segunda, se encuentra
basada en comprender que las tradiciones que generan estos grupos son las más
importantes y con mayor significado que las demás prácticas o modos de vida, sus
costumbres son las que deben prevalecer, y finalmente la tercera, la moral como
resultado de cultivar los conocimientos y el espíritu humano, en torno a una filosofía
o creencia determinada, quien enmarca en sí las otras dos características.
Sin embargo, a últimas fechas hemos venido siendo testigos y/o
víctimas de los ataques perpetrados por movimientos supremacistas, estos que
han cambiado la importancia de las características principales, así pues, la característica
sustancial ya no es la biológica, sino que ahora es la moral, basada ya no en filosofías
sino en religiones, las cuales general el marco que ha de sustentar las otras
dos, por tanto, la biológica ahora atiende a una especie de idea respecto a la
naturalización reproductiva, basada en la heterosexualidad piadosa; mientras la
cultural atenderá a la continuidad de las tradiciones seculares dogmático-prácticas
de los cultos religiosos.
De esta manera, el cambio paradigmático, genera viejas
discriminaciones bajo escenarios renovados, es así como, los movimientos que
dicen proteger la familia natural; esta que se conforma por un padre, una madre
e hijos, han tomado la estafeta del supremacismo y por ende, de todas las demás
acciones que con ello conlleva.
Una de esas acciones se presenta en combatir todas las
amenazas que deben de enfrentar las familias “normales” y “naturales” para que continúen
como lo dictan los cánones devotos y no desaparezcan; dentro de los desafíos
que identifican estos movimientos, se encuentran dos principalmente; el
primero, la interrupción legal del embarazo y la segunda el “homosexualismo”.
Su argumento se inventa en la denuncia de la “ideología de
género”, ya que esta cuestiona las bases en la que se fundamenta el orden de la
estructura social, ese orden donde existe una escala inamovible, de estructura
diseñada de quien ocupa el primer lugar, adueñándose de arriba, de la cúspide, localizado
en lo más supremo; como fin último y más importante; disponiendo de todos los
medios para su conservación. Esta crítica, que tienen alcances en el
cuestionamiento centrado en el sometimiento y dominio del hombre sobre la
mujer, al mismo tiempo que lo hace sobre todas las demás existencia, entendidas
no como iguales. Son los estudios feministas que logran evidenciar la supremacía
del hombre.
El segundo, ante el abandono de la “naturalización” de la
moralidad beata, que vendría siendo la sustentación de lo “natural” religiosamente
concebido, principalmente dentro de los temas de reproducción sexual y el
acoplamiento heterosexual, como devenir sublime de complementariedad frente a
la post-procreación; así pues, la existencia de estos movimientos, que no son nuevos,
se motiva por la amenaza que enfrenta la familia natural a razón de la “ideología
de género”, quien ataca con su pensamiento crítico a la “naturaleza del hombre”
y al destino manifiesto por nacimiento, y con ello cuestionar al orden
sustentado en el poder centrado en el hombre y el acompañamiento secundario, sometido
de la mujer.
Pero ¿por qué llamarle “ideología” de género?, ¿por qué
amenaza?, sí lo que busca el nuevo pensamiento supremacista, es protección, paz
y orden social, entendiendo que la familia es la célula principal que le
constituye (a la sociedad).
Darle el talante o estatus de “ideología”, resulta de una decimonónica
practica androcéntrica: menoscabar, denostar y demeritar los avances y metas
alcanzadas por la otredad; en caso particular las obtenidas por los estudios de
género, al ser emparentada con pensamientos que han causado y causan, un grave
daño a la humanidad; se utiliza como sinónimo para enmarcar el pensamiento de
Hitler, Mussolini, Franco y del Estado Islámico; quienes llevados al mundo de
las doctrinas, generan: el nazismo, fascismo e islamismo o islamista; teniendo
como clausula pétrea la superioridad tradicionalista enarbolando la costumbre,
de esta manera se logra acoplar perfectamente los tres ejes principales del
pensamiento supremacista; superioridad biológica, superioridad cultural y
superioridad moral concentradas en una religión, que dicho sea de paso nada
tienen que ver con la Fe que promueven.
De porque se entiende como una amenaza, es regresar a
estudiar el nazismo, quienes buscaban provocar e infundir pánico social, este
miedo ante aquello que les puede matar, aniquilar y exterminar. De esta manera,
aseguran el éxito para detonar acciones violentas, para defenderse de quien les
pueden dar termino a sus existencias, dentro de la fase dinámica del
pensamiento supremacista religioso.
Antes quizás, podríamos solamente comprender la ideología
política que promueve el dominio social y político de los blancos, sin embargo,
existe hoy una post-supremacía centrada en la religión y el hombre de manera
hetero-centralizada.
Una especie de supremacía criolla, que traspasa la raza y se
sustenta en el hombre, heterosexual, tradicionalista, creyente; que busca
mantener una pureza religiosa, bajo la dinámica de realizar constantemente
comparaciones, generando un sistema entre pares, quienes serán los que tienen
valor en la sociedad supremacista, estas acciones se movilizan en torno a
establecer patrones de conducta generalizadas, sean o no ciertas o veraces,
resultando en estereotipos de quienes son diferentes; sustraer la esencia de lo
que se entienda como características particulares de quienes no son iguales, de
tal manera que estos al ser detectados por los supremacistas, puedan ser utilizados
como evidencias contundentes de su diferenciación, y finalmente la
criminalización a través de diseñar y aplicar castigos ejemplares; ejemplares
entendida como la sobre exposición a la violencia extrema de quienes son
diferentes, pasando en el proceso por: la segregación social, la persecución,
las detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas y ejecuciones
extrajudiciales sumarias masificadas.
Es así, como estos movimientos que van más allá del mantenimiento de las tradiciones, sino de la imposición, de no tener opción alguna a otro pensamiento diferente, generan culturas de odio, teniendo como ángulo central la heterosexualidad como nivel supremo de toda vida humana.
Existen dos corrientes reaccionarias, la primera el modus
operandi de auto-victimizarse, exigiendo derechos que no se les han quitado,
establecer enemigos subjetivos como es el caso de feministas y personas de la
población lésbica, gay, bisexual, travesti, transgénero, transexual e
intersexual; realizando actos de provocación social, antecedidos de logros
importantes en la conformación de nuevos núcleos familiares, como ha sido el caso
del matrimonio igualitario, también se encuentra ante la desclasificación de la
homosexualidad como enfermedad mental como lo sucedido en Rusia y que posteriormente,
dio paso para generar la ley anti-propaganda gay. Y el segundo, bajo un
escenario aun peor, el de aniquilamiento,
como es el caso de Chechenia y algunos países controlados por el Estado
Islámico, ambos regímenes son iguales en su fondo, buscan la limpieza
religiosa, y por ello tolera, fomenta y participa en purgas homofóbicas, por
medio de redadas y campos de concentración o por matanzas de honor.
Hoy nos enfrentamos a una supremacía criolla, basados en doctrinas
religiosas, lo que ha resultado en camiones que promueven la discriminación y
la cultura del odio en nuestra región iberoamericana, a su paso ya por tres países
España, México y Chile, dan cuenta de una reacción tardía de los avances en
materia de derechos humanos de las mujeres y de la población LGBTTTI;
justificados en un adoctrinamiento cristiano religioso, al parecer mayormente
católico y, por su forma de operar refieren al “Yunque”; sin embargo, no hay
que dejar ni por un momento, los que pueden provenir de cristianos pentecostales,
como son los “gladiadores del altar”, los cuales están patrocinados por la Iglesia
Pare de Sufrir en Brasil como un ejército para matar ateos y gays, afirmación
realizada por el diputado Jean Wyllys.
En Chile ya comenzaron las amenazas de pinochetistas contra
personas defensoras de los derechos humanos e integrantes de la comunidad
LGBTTTI, así también en México reportan ya 4 crímenes de odio, los cuales se suscitaron
después del pronunciamiento homofóbico de quienes viajan en el autobús de la
intolerancia, buscando incluso el derecho a “recuperar la heterosexualidad extraviada
de los homosexuales” por medio de terapias de conversión.
Sea pues esto un recordatorio de lo que estamos enfrentando
la población LGBTTTI tras la evolución de la ideología supremacista religiosa,
esta que es criolla, que tiene sello de origen, y de los sucesos a los cuales
nos pueden llevar a Chechenia, la cual está más cerca que nunca.
Ciudadano libre.
Rodolfo Vitela Melgar.
Por la Conquista de Nuestros Derechos.
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