1° de Diciembre
"Por mis gozosos amigos"
Durante todo el día he venido realizando actividades para
conmemorar el día en que el mundo recuerda la lucha contra el Síndrome de
Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), una serie de actos previos y anticipados que
culminan el día de hoy, para inmortalizar a nuestros caídos, demandar mejores políticas
públicas de prevención e investigación, evidenciar la insuficiencia de
tratamientos retrovirales y la no discriminación que aún persiste; porque no
solo ha mutado el virus sino que junto con él la misma discriminación.
Y sigo percatándome, desgraciadamente, de las nuevas formas
de discriminación que hoy en día prevalecen en nuestra sociedad, por lo menos,
de lo que me he podido dar cuenta en estos últimos años, y que hoy como era de
esperarse lo volví a escuchar, llevándome nuevamente a ese rincón donde se
revelan serias reflexiones muy fuera de la normalidad.
Ya que resulta, que hemos pasado de una discriminación
abierta y activa, a una discreta y mucho más pasiva, una correctamente política,
al tener una actitud piadosa ante las víctimas del virus, pero que igualmente
estigmatizan y condenan.
Esta migración se concentra en responsabilizar a quien
adquiere el virus, endosándole la culpa por medio de la responsabilidad
deontológica, poniendo de nuevo el dedo en las prácticas sexuales y el modo en cómo
se debe de realizar, lo que termina en calificar la orientación sexual de las
personas.
Pero quizás, sí tomamos la responsabilidad y la observamos
desde una visión epistemológica, podríamos observar el traslado de la culpa por
medio de la utilización de la responsabilidad a través de un razonamiento
dicotómico del mismo. Es decir, la responsabilidad interpretada como la falta
de prevención de manera absoluta, imputada a quien la vive para calificarlo de
bueno o malo, aceptable o inaceptable su práctica sexual, tiene alcances más
allá de la relación sexual que llevó al contagio, ese instante o momento coital
que abarca en su alcance a la orientación sexual como una preferencia en términos
tradicionalistas, la cual se ubica en los campos de la moralidad religiosa.
Esto implica tal vez reflexionar y comprender, sin caer en
la calificación “moraloide” de las costumbres y prácticas sociales que le dan
forma y cohesión a la población de los varones disidentes sexuales. Para
ayudarme a esta reflexión, me iré a la raíz latina de la palabra
responsabilidad; para poder entender mejor de que se trata el razonamiento
epistemológico que torpemente intento plantear.
Así pues, “responsum”,
evoca a la forma latina del verbo responder y no de prever, ya que la
prevención es, en su raíz latina compuesta por dos vocablos resultante en “praevenire”, significando la preparación
con anticipación de lo necesario para un fin, y que vendría siendo por
deducción argumentativa una forma quizás de responder; sin embargo el responsum
de una manera alternativa se entiende como habilidad para responder.
Esta habilidad de responder, tendría por fuerza que pensar y
vislumbrar las dinámicas internas sociales del significado y valoración que se
realizan, un posible inicio se puede encontrar en el estudio y comprensión de
las relaciones sexuales “inafectivas” (carentes de afectividad), o más profundo
aún, de las relaciones sexuales desvinculadas, es decir, que no generan un
vínculo entre quienes la realizan, ya que la “inafectividad” se encuentra en
una dudosa legitimidad argumentativa, ya que no está comprobado que no se
sienta ningún tipo de afectividad entre quienes la practican como afirma la
hegemónica doctrina.
Pero es desde esa hegemonía heterosexual normada que se
realiza el diseño de la responsabilidad ante el SIDA, es decir, la forma en que
se respondió y se responde, es a partir de las concepciones hegemónicas que
controla la corporeidad sexuada; y que al no ser parte de ese hegemon sus acciones carecen de
sustancialidad en la significación de la minoría a la que intenta llegar, por
tanto, no se toman en cuenta los hábitos y costumbres de la población
mayormente afectada, la cual requirió ya para este entonces, del conocimiento
de las relaciones sexuales como mecanismo y modo de interlocución social. Para
ello, se tendría que dejar a lado las visiones psicológico-religiosas, que en
un primer acercamiento tumbaría el significado de promiscuidad de un solo
golpe.
Ya que estaríamos hablando de la comprensión de las
relaciones sexuales sin afectividad obligatoriamente necesaria, ni
vinculatoriedad forzada; sino como una parte cotidiana de las prácticas intra-grupales,
que tampoco se pueden calificar de manera totalitaria como absolutas pero sí
como más frecuentes; otro error en la manera en la habilidad de cómo se
responde en la actuación, es presuponer que una persona solo desempeña un rol
sexual en la relación, atendiendo al razonamiento del machismo que dicotómiza al
penetrado como pasivo y figura femenina y el activo quien penetra y representa la
figura masculina como clausula pétrea, pero que en la realidad esto no sucede
así, sino que una persona toma los dos roles dejando sin contenido el diseño
hegemónico para responder.
Tampoco, se ha estudiado para responder de manera
sustancial, el resultado de la culpabilidad social endosada por medio de la falta
de responsabilidad, y que en un culmen, allá por los años 90´s, ha desembocado
en el contagio voluntario para dejar de temerle y poder proseguir o continuar
con sus vidas.
Hoy en día, la manera en cómo se afronta el temor, es a
partir del enfrentamiento ante un supuesto destino manifiesto, recurriendo al
pensamiento de comprenderle como una enfermedad crónica, como si fuera
diabetes, sin percibir que puede ser degenerativa, luego entonces las
relaciones sexuales se realizan a pelo, es decir, sin el uso del condón.
Uso que lo reflexiono como su antítesis, y me pregunto ¿este
desuso responde a la falta de amor propio, estilo Cuauhtémoc Sánchez en un “grito
desesperado”, o a la falta de conciencia, como muchas personas afirman? y pues
solo logro entender que no es así, que las relaciones se dieron en contextos
diferentes a ello, según me afirman mis amigos en charlas confesionales; logro
identificar un componente común en todos ellos, la falta de credulidad en que
pueden contagiarse, en un tipo de lógica como si fueran inmunes por pensamiento,
ajenos completamente, lo que me lleva a recordar el pensamiento machista de que
ellos nunca se enferman, y que nunca les pasa nada porque eso es para débiles,
incluso me llama la atención del uso de estereotipos hiper masculinizados para
seleccionar a la persona con quienes tendrán estos encuentros sexuales
desvinculados, como lo hacen los machos en las cantinas.
Y pienso, entonces, sí no estaremos frente a un “endomachismo”
o “gaymachismo” u “homomachismo” que nos cruza, y nos rebana por la mitad,
mezclado con las prácticas sexuales disidentes con acciones machistas de supremacía
corporal, de salud de HOMBRE, de fortaleza indómita que termina siendo arrasada
por ese momento coital.
El uso del condón, atraviesa esa misma disección, será pensado
como barrera al acceso corpóreo del objeto del deseo, sin importar el costo al
mismo.
Ergo las políticas públicas para luchar contra el SIDA jamás
serán sustancialmente eficientes, hasta el momento que logremos erradicar el
machismo o los machismos que atraviesan la gaydad o la bisexualidad. Que cierto
es también, que tienen que ver con una práctica moral del coito, al mismo
tiempo que no se ha tomado en cuenta para nada, las realidades que atraviesan
los encuentros sexuales como prácticas sociales identitarias grupales desde la
perspectiva de la población focal, sino desde la heteronormalidad.
Por la conquista de nuestros derechos.
Rodolfo Vitela Melgar
Ciudadano Libre
No hay comentarios.:
Publicar un comentario