By mariogar
Created 27/09/2009 - 07:06
Guadalajara/ Maricarmen Rello
En el parque Morelos crece el trabajo sexual, entre apoyos mínimos contra la marginación.
[1]Más descuidado que de costumbre, más basuriento y con más claros de tierra donde antes era prado, el centenario parque Morelos ha dejado de acaparar titulares. "Da un poco de tranquilidad saber que ya no va a haber Villa", opina "Lidia", una señora bajita y voluptuosa que trabaja, esperando en una banca del jardín, por algún interesado.
Se refiere al complejo de vivienda que se planeaba alzar por los Juegos Panamericanos de 2011. Lo que aún hay son decenas de mujeres -y hombres simulando ser mujeres- que se disputan los clientes entre la antigua alameda. Unas de día, otros de noche. La competencia es dura y, "este año particularmente", dicen ellas mismas, han proliferado las sexoservidoras.
Basta cruzar la calzada Independencia para toparse con cantinas, casas y hoteles donde confirmarlo, o adentrarse en el populoso barrio de San Juan de Dios, en cuya historia está inscrita también la de la prostitución en la ciudad.
De este barrio, la competencia obligó a las sexoservidoras a salir al parque Morelos. Su pulular fuera de la zona de tolerancia, que conforman unas manzanas alrededor del mercado Libertad, la plaza de los Mariachis y las calles Obregón, Gigantes y 5 de Mayo, fue reconocido como "un problema" que a lo largo de esta década se ha intentado "solucionar", pero con acciones criticadas por activistas y defensores de derechos humanos: redadas, hostigamiento, detenciones arbitrarias y extorsión por parte de policías y jueces municipales, hasta la pretendida "limpia" que trajo consigo el proyecto de la Villa Panamericana, para erradicar a seres marginales -limpiaparabrisas, limosneros, ambulantes, marías, prostitutas e indigentes- del Centro.
Tras el intento de control policial y la intervención de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ) para frenar los abusos de la policía municipal tapatía que se dieron en contra de las sexoservidoras de San Juan de Dios -que arreciaron en 2003 y 2005- hubo intervenciones sanitarias que también se usaron en contra de las mujeres.
En abril de 2008, la Policía Investigadora presentó los preservativos donados por una asociación civil y por la propia Secretaría de Salud como elementos de prueba de que en ciertos domicilios del barrio se ejercía la prostitución. Y en febrero de este año, el Consejo Estatal de Lucha contra el Sida en Jalisco (Coesida) visitó la zona con la intención de hacer un sondeo de usuarias de drogas intravenosas, que terminó en una protesta de sexoservidoras y la ruptura con este consejo. Ellas argumentaron que eran estigmatizadas y estaban en riesgo de persecución policial, pues podría imputárseles la posesión de drogas (Público, 7 de febrero).
El Coesida y el organismo civil Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez no han vuelto a unir esfuerzos y cada cual trabaja por su lado en el barrio, el vecino parque Morelos y el corredor San Juan de Dios-Analco-Antigua Central Camionera, zona de prostitución, plenamente identificada.
1,700 trabajadoras
Ciertamente, la intervención a favor de las mujeres no sobra. No en el barrio San Juan de Dios, donde aproximadamente 700 se ganan la vida como sexoservidoras, señala Jaime Montejo, sociólogo y colaborador de un diagnóstico sobre trabajo sexual en México. Dicha estimación no incluye a varones, y se eleva a cerca de 1,700 trabajadoras sexuales "incluyendo unos 50 puntos de encuentro", como cantinas, bares, casas, hoteles, tugurios y vía pública de este corredor, precisó.
Desde 2004, la Brigada Callejera, de la que Montejo es activista, realiza labor social, ofrece gratis exámenes para la detección de cáncer, pruebas para VIH y otras infecciones de transmisión sexual; y promociona y defiende los derechos humanos de un grupo de sexoservidoras (tres o cuatro grupos informales se identifican en el barrio). No las del parque Morelos, una población fluctuante, de unas 50 a 70 mujeres, que en su mayoría proviene de otros estados.
El Coesida también hace jornadas de promoción de salud con exámenes gratuitos. Distribuye preservativos e información, y este año, durante su Feria de la Prevención, realizó pruebas rápidas de VIH con consejería en el parque Morelos, en la Plaza Tapatía y, más al oriente, en Obregón y la calle 52, zona de giros negros.
La incursión es mínima para un problema tan complejo, que pasa por la coexistencia de grupos de sexoservidoras antagónicos, mujeres que ejercen la prostitución por su cuenta en la vía pública, adictas que fueron niñas de la calle y ahora, proscritas, se venden en tugurios a cambio de muy poco, y de mafias que regentean el comercio sexual y el narcomenudeo en la zona.
Así, la oportunidad que ofrecía la Villa para la regeneración del entorno y la posibilidad de que estas mujeres tuvieran acceso a mejores condiciones de vida pasó de largo.
Como "zona de guerra", califica "Lidia" la imagen alrededor del parque Morelos que, por estos días, emerge en medio de lotes baldíos, fincas a medio derruir y calles vecinas sin banquetas, porque se acabó el presupuesto. Del proyecto de rehabilitación urbano-social quedan sólo las promesas. Y también ellas, las trabajadoras que se aferraron al lugar, donde venden sus favores.
Marginación, juventud y presencia pública
Entre las sexoservidoras que laboran en el entorno del barrio de San Juan de Dios coexisten varios tipos de perfiles socioeconómicos: tanto jóvenes que provienen de comunidades urbano-marginales y que fueron expulsadas de sus hogares desde temprana edad, como mujeres de zonas rurales, que escaparon de la pobreza de varios estados del país y que se quedaron aquí, o están en tránsito hacia otro lugar.
También hay mujeres del sector popular y hasta de clase media.
En cuanto a edad, las hay muy jóvenes. Está documentada la prostitución infantil, tanto por el DIF Jalisco como por estudios de la Universidad de Guadalajara y de la investigadora Elena Azaola, referente nacional en el tema. De hecho, una mayoría de las sexoservidoras señalan que comenzaron en esta actividad antes de los 18 años.
La edad de la mayoría fluctúa entre los 20 y 45 años. Prevalecen las madres solteras, en unión libre y viudas. Además, hay cerca de 60 ancianas que también se prostituyen, más visibles en las inmediaciones de la Antigua Central Camionera.
El sexoservicio se ofrece en puntos tan diversos como la vía pública, las explanadas y plazas del barrio, estéticas, algunas sex shop, cantinas y hoteles. Para el Consejo Estatal de Lucha contra el Sida en Jalisco (Coesida), esta actividad comprende desde el acto coital, hasta otorgar "favores sexuales y eróticos a cambio de un pago, aun sin llegar a un coito".
Fuentes: datos obtenidos en las siguientes fuentes consultadas: Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez AC, Sistema DIF Jalisco, Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, Consejo Estatal de Lucha contra el Sida en Jalisco
Como otras mexicanas
Guadalupe o "Cristal"
Dice que se llama Guadalupe, como tantas mexicanas, pero se puso "Cristal". A veces usa otro nombre. La identidad no importa. "Cristal", "Paulina",
"Lidia", "Gaby"... todas trabajan con seudónimos, y entre ellas suelen llamarse por apodos.
"Cristal" comienza su jornada a mediodía, en que se planta por alguna banca del parque Morelos y, según la suerte, se va pronto o espera sentada horas y horas. A veces, sólo platicando con el parroquiano que se sienta a descansar junto a ella. Otras, cambiando de banca en banca para matar el tedio y espantar la mala racha. La mujer dice tener 24 años, edad difícil de calcular bajo su maquillaje cargado. Por su ropa no se adivina el oficio: usa pantalones de mezclilla ceñidos a las caderas, como tantas mexicanas, por donde escapan los kilos de sobra, y una playera de tirantes que deja asomar la redondez de sus senos.
Mantiene sola tres hijos. Al principio responde desconfiada, arisca. Cuenta que hay mucha competencia, que ha crecido el número de mujeres que trabajan en la zona, y que estos días "son muy malos". Recuerda que se salió de su casa a los quince con un novio que tenía 19. Luego la dejó con dos hijos. Trabajó como empleada doméstica hasta que ya no le alcanzó para mantener a los dos niños. A los 20 llegó a vivir al barrio y le rogó a una señora, dedicada al trabajo sexual, que le ayudara. Y la ayudó.
Futuro para ella es "tener con qué darles de comer a mis hijos, pagar la renta y, de lo poquito que saco, darle algo a la señora que me los cuida", dice, pues ella trabaja todos los días del año, "menos en mis días".
Su situación es tan difícil, como la de tantas mexicanas.
Al menos, opina, como la de todas las que, igual que ella, se ganan la vida ahí.
http://www.milenio.com/node/292670
domingo, 27 de septiembre de 2009
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