sábado, 24 de febrero de 2018

GUIRNALDAS ARCOÍRIS...


Nos encontramos en tiempos olímpicos, donde se habla mucho del desafío que ello conlleva; sometiendo la resistencia corpórea y mental a los límites de lo inesperado. Así mismo, se desafía la capacidad organizacional y de seguridad por parte de los gobiernos anfitriones, tanto para quienes participan como para quienes les disfrutan.

Estas justas deportivas, requieren de grandes sacrificios de las y los deportistas previos a la justa, todas ellas pensando siempre y en todo momento en cumplir y superar las marcas-meta para cada disciplina deportiva; en sí es el resultado de un arduo trabajo de preparación en todos los ámbitos de las personas deportistas.

Forjándose en espacios deportivos, generalmente diseñados para las actividades propias de los hombres, los deportes han sido siempre y desde tiempos anteriores a los aristotélicos, en centros del poder de los hombres, donde se desarrollan actividades demandantes del vigor, fuerza y destreza masculina, esa masculinidad viril, heterosexual, machista, falocéntrica y, al mismo tiempo, contemplativa para los hombres quienes hedónicatamente les contemplan. No en un acto homoerótico, sino como monumento a esa masculinidad; delimitada por el rendimiento.

Palabra clave para el odio y la discriminación homofóbica; el antecedente más importante de ello, se encuentra dentro de la justificación de la persecución homosexual de los nazis, en el discurso pronunciado aquel 18 de febrero de 1937, dictado por Adolfo Hitler, el cual da comienzo al Holocausto Gay.

Señalando puntualmente que los homosexuales: “…hacen encallar todo rendimiento, destruye todo sistema basado en el rendimiento” al mismo tiempo que estereotipa al homosexual como un ser: “…débil mostrándose como flojo en todos los casos decisivos…” lo que lleva según el discurso homofóbico de odio estigmatizándole como un vicio, que de seguirse expandiendo en Alemania será su fin, por tanto, se debe de combatir[1].

Ergo, cuando un deportista gay fuera del closet, logra participar como integrante de una selección nacional en los juegos, es porque previamente y a nivel doméstico, ha ganado con mucho esfuerzo su lugar en el, esfuerzos que son doblemente exigidos, debido al Bullying deportivo, realidad innegable que ha dejado marcada trayectorias de manera permanente e incluso deterioradas por esto.

Así que, cuando una persona LGBTTTI participa y gana en ellas, se debe visibilizar su esfuerzo por medio de un amplio reconocimiento de su hazaña, porque en la narrativa del discurso de odio se rompe con el estereotipo y estigmatización que sobre la población pesa. Hablamos de una reivindicación material, de facto por un hecho irrefutable que contra dice la justificación de la discriminación.

Esto aumentado por el escenario donde se realiza; naciones homofóbicamente estructuradas, donde se persigue la homosexualidad por parte del Estado, ya que ambas Coreas en este caso, le criminalizan de manera importante.

Cobra por ello mayor relevancia y sentido que ganar en tierras profanas se doblegue a deportistas varones, masculinos, heterosexuales que se han valido de las estructuras machistas para llegar a esos espacios de competencia, niveles que dejan en serio entredicho sus fobias.

Demos pues guirnaldas arcoíris a nuestros deportistas, que con su esfuerzo, entrega y valentía dan gloria a la sangre derramada por la Cultura de odio homofóbico que les precede, y de la cual nos otorga, aunque sea momentáneamente, un estatus diferente.

Por la conquista de nuestros derechos
C.L. Rodolfo Vitela Melgar.

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