miércoles, 1 de abril de 2009

El Vaticano interviene a los Legionarios

Bernardo Barranco V.

Recién se conoce lo que era un secreto a voces, la Santa Sede interviene una vez más la orden religiosa mexicana conocida como los Legionarios de Cristo. Tarcisio Bertone, secretario de Estado, establece que el Papa ha decidido llevar a cabo por medio de un equipo de prelados una visita apostólica a las instituciones de los Legionarios de Cristo”. La nota es recogida incluso por los portales de la propia legión, mostrando así un nuevo episodio en que el papa Benedicto XVI injiere y fiscaliza una congregación religiosa marcada en los últimos años por los escándalos. Primero, le restringe a Maciel su ministerio público, pero no inicia un proceso o juicio canónico en su contra; segundo, reduce y limita los votos religiosos especiales que aseguraban silencio y encubrimientos internos. Ahora el Vaticano reconoce una crisis y divisiones entre los miembros de la congregación a los que el Papa les expresa “su solidaridad y su plegaria en estos momentos delicados”. La carta ya señalada de Bertone no puede ser más elocuente al expresar: “podrán contar siempre con la ayuda de la Santa Sede, para que a través de la verdad y la transparencia, en un clima de diálogo fraterno y constructivo, superen las dificultades existentes. En este sentido, el Papa ha decidido llevar a cabo por medio de un equipo de prelados una visita apostólica a las instituciones de los Legionarios de Cristo”. Las investigaciones probablemente se han iniciado ya y se intensificarán después de Semana Santa. Muy probablemente esta intervención pontificia se pactó durante la reciente visita a México del propio cardenal Tarcisio Bertone, quien primero llegó a Chetumal, Quintana Roo, sede de la prelatura otorgada a los Legionarios de Cristo, donde permaneció varios días con actividades privadas, antes de llegar a la ciudad de México, donde participó en el sexto Encuentro Mundial de las Familias, en enero pasado.
En la sociología de las congregaciones religiosas es un hecho que a la muerte del fundador diversos grupos se disputen el liderazgo, la conducción, el legado y la herencia del fundador. Se dan tensiones y hasta rupturas. Sin embargo, la lucha por el poder, si así lo podemos llamar en el caso de los legionarios, se presenta en un ambiente altamente enrarecido por los intereses creados en una orden religiosa rica, poseedora de una amplísima infraestructura material. A pesar del hermetismo religioso que caracteriza a la legión, se puede observar que hay una corriente que enarbola la continuidad encabezada por el actual director general de la orden, el mexicano Álvaro Corcuera; los llamados “macielistas” sostienen que la ruta está trazada, siguen rindiendo culto a la personalidad del fundador y que aquí no pasa nada. Al mismo tiempo se presenta un ala más reformadora, en la que se ubican legionarios de Estados Unidos, Irlanda y algunos españoles, quienes reconocen errores y fallas, aspiran restructurar la orden y tratar de replantear la línea de los legionarios. Como en toda organización humana, la lucha por el poder pasa por los reacomodos de mandos internos, creación de nuevas interlocuciones y representatividad en las estructuras que toman acuerdos; manejo en el destino de los recursos, el diseño de estrategias pastorales, mediáticas, énfasis teológicos y discursivos; en suma, en la toma real de las decisiones. La intervención del Vaticano apunta a que existe un disenso y encontradas posturas antagónicas al interior de la orden o de asuntos delicadísimos que no han asomado aún en la opinión pública. Por ejemplo, llamó la atención que en el diario La Nación, de Argentina, da a conocer una reveladora entrevista con Paul Lennon, un ex sacerdote legionario, con 23 años como miembro activo, quien estimó que la pedofilia, “que ha dañado fuertemente la imagen y la realidad de la Iglesia”, es sólo una parte de los crímenes de una orden que califica como “manipuladora” y a la que los rumores la asocian actualmente con el lavado de dinero. Estamos dijo, en que “los abusos sexuales son sólo la punta del iceberg” (17/03/09,
www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1109439).

En todo caso la filtración periodística en The New York Times en febrero pasado sobre la paternidad de Marcial no fue un accidente mediático, sino un golpe demoledor que incide una vez más en la deteriorada imagen del fundador y cuya apuesta siguen jugando los llamados macielistas. Sin embargo, a poco más de un año de la muerte de Marcial Maciel, siguen apareciendo datos que confirman una temida verdad: Marcial Maciel llevaba una doble vida y una doble moral. Probablemente existan otros eventos aun más aterradores y que tarde o temprano saldrá a la luz. Marcial Maciel, siguiendo el recuento de muchas personas cercanas a él, hoy críticas, lo señalan como un personaje marcado por el narcisismo y la mezquindad; donde él se nutría de los halagos y adulación de su entorno; forzosamente él tenía que estar siempre en control y en una posición de superioridad y de poder frente a los demás.
Benedicto XVI ha hecho un recuento de daños. Su intervención busca el menor costo para la estructura de los legionarios, pretende evitar que la orden se hunda. Busca evitar que una lucha intestina pueda terminar por liquidar la poca credibilidad que conserva la congregación y caer en nuevos episodios de estrepitosos escándalos que lleve al fin. Ante este nuevo episodio de una larga crisis de los legionarios está también la oportunidad de “refundar” la orden, reconocer los errores, pedir perdón y resarcir a las víctimas, reparar los defectos estructurales. En suma, ser una opción pastoral legítima depurada para un sector social acaudalado e ir con cierta salud ante sus feligreses, de lo contrario los legionarios estarían condenados a los escándalos. Sin duda conoceremos cambios significativos.
http://www.jornada.unam.mx/2009/04/01/index.php?section=opinion&article=018a2pol

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