El viernes, pasado acudimos varios militantes y simpatizantes del partido Alternativa a la zona de copilco, con la finalidad de entregar información mediante un tríptico que explica perfectamente los fundamentos por los cuales se lucha para la despenalización, la cual está centrada en las mujeres que pudieran verse en una disyuntiva así, y que, por cuestiones económicas, su vida y su salud corran peligro.
Una sociedad informada, sin lugar a dudas podrá definir un criterio, y libremente expresar si acaso está a favor o en contra de la iniciativa. Mediante el conocimiento del texto podrán conocer que no se promueve otra cosa, que el preservar la vida.
Fueron varias horas las que empleamos en esa zona, como en otros puntos de la ciudad, porque deseamos que la gente pueda conocer perfectamente de qué se trata, y, recibir los comentarios que quieran hacer llegar a los diputados que estarán presentando la iniciativa.
Durante la jornada informativa, se acercó una mujer, que después de escuchar los argumentos que planteábamos, se animó a dialogar conmigo y me comentó lo siguiente:
"¿Por qué existirá gente que piensa que una mujer toma esa dura decisión sólo por gusto?, ¿acaso no pueden darse cuenta de lo mucho que sufrimos, de lo mucho que nos agobia, de esa culpa, de esa incertidumbre, del terrible desasociego que a partir de ese momento nos acompaña?, ¿cómo seguir adelante cuándo el dinero es escaso, cuándo la pareja nos abandona y de por medio queda la existencia en el empleo?.¿Acaso esos grupos de hombres que salen a calificarnos no pueden pensar, que si tenemos valores, pero que en ocasiones de sueños e ilusiones no logramos cubrir nuestra necesidad inmediata?, ¿con qué mantendríamos a un ser que requiere de todo, quién podría atenderlo de tiempo completo, cuando uno se queda completamente sola?. Por favor comentéle a los diputados, que ellos me representan a mí, que voten pensando que se abre la posibilidad, para que dentro de toda la obscuridad, para que dentro de la condena que ahora es social, por lo menos esa mujer, pueda contar con un lugar digno y con gente especializada, que cuide su salud, y logre pasar menos amargo el momento. No pueden imaginar la pesadilla que uno atraviesa, cuando la realidad es tan cruda y dura.No es libertinaje, no es irresponsabilidad sino la confirmación de que en esta vida, unas nacen con estrella, y otras sencillamente, nacemos estrelladas...
Durante todo el tiempo que la escuché y charlé con ella, su mirada tenía un profunda tristeza, su espalda se notaba encorbada. Al final me comentó que era un alivio poder expresar la serie de cuestionamietos que viven en su mente, sin que nadie se atreva a juzgarla. Citó que el debate que ahora se vive le ha removido muchos recuerdos, pero sobre todo le demuestra, que los que tanto atacan la propuesta, no tienen la menor idea de lo duro y difícil que es llegar a enfrentar ese momento.
Pues bien, he querido dejar el testimonio de ese encuentro, deseando que sean pocas, muy pocas las mujeres que existan, con tan dura experiencia.
También he querido publicar en este espacio, la sección del código penal del .D.F, para que logremos observar cómo se contempla la penalidad:
LIBRO SEGUNDO TÍTULO DÉCIMONOVENO. DELITOS CONTRA LA VIDA Y LA INTEGRIDAD CORPORAL CAPÍTULO VI. ABORTO
Artículo 329. Aborto es la muerte del producto de la concepción en cualquier momento de la preñez.
Artículo 330. Al que hiciere abortar a una mujer, se le aplicarán de uno a tres años de prisión, sea cual fuere el medio que empleare, siempre que lo haga con consentimiento de ella. Cuando falte el consentimiento, la prisión será de tres a seis años y si mediare violencia física o moral se impondrán al delincuente de seis a ocho años de prisión.
Artículo 331. Si el aborto lo causare un médico, cirujano, comadrón o partera, además de las sanciones que le correspondan conforme al anterior artículo, se le suspenderá de dos a cinco años en el ejercicio de su profesión.
Artículo 332. Se impondrán de seis meses a un año de prisión, a la madre que voluntariamente procure su aborto o consienta en que otro la haga abortar, si concurren estas tres circunstancias:
I. Que no tenga mala fama;
II. Que haya logrado ocultar su embarazo, y
III. Que éste sea fruto de una unión ilegítima.
Faltando alguna de las circunstancias mencionadas, se le aplicarán de uno a cinco años de prisión.
Artículo 333. No es punible el aborto causado sólo por imprudencia de la mujer embarazada, o cuando el embarazo sea resultado de una violación.
Artículo 334. No se aplicará sanción: cuando de no provocarse el aborto, la mujer embarazada o el producto corra peligro de muerte, a juicio del médico que la asista, oyendo éste el dictamen de otro médico, siempre que esto fuere posible y no sea peligrosa la demora.
Como podemos observar no se cita claramente responsabilidades para el padre del producto, dentro del texto "al que hiciere", el rango estaría a la opción de interpretación del juzgador, y para nadie es secreto que en México suministramos la ley. Ahora bien, respecto de las sanciones ¿por qué se ha consentido la suspensión por algunos años, y no así la cancelación del título de profesión?
Recordemos que hasta hoy el asunto de practicar abortos n contempladas dentro de las causales aquí citadas conforman una práctica ilícita, y luce bastante laxa la penalidad contemplada, y tal vez por ello, el mercado negro para ejercerlo pueda ser el negocio de algunos, y con clientes que tengan la capacidad económica para acceder a esa práctica, sin que nadie les cuestione. Observemos el artículo 334, y ese final que deja la puerta abierta nuevamente, cuando se centra " de ser posible y que no sea peligrosa la demora".
Encontré un editorial que comparte otro enfoque, y el cual dejaré para conocer otra visión del tema:
Nacional
Claudia Ruiz Arriola
Debate de ética hipotética
Una de las cosas que más molesta a un filósofo moral es la incursión en su campo de un sinfín de expertos instantáneos que, sin respeto a la primera y más clara regla de la ética (aquella que dice que la ética es para decisiones en primera persona) emiten toda suerte de opiniones sobre lo que los demás deberían hacer. Son los típicos que ante cualquier dilema moral saben de antemano cómo resolverlo y se ponen como ejemplo: "si yo fuera Oswaldo -dicen con absoluta certeza- no me iría por pura lana" (¡ja, ja!). Amén de que cualquiera que haya pasado más de dos horas en un departamento de recursos humanos sabe que esta objeción se esfumará en cuanto al susodicho le lleguen al precio, lo cierto es que ninguno de nosotros sabe cómo resolvería un dilema moral en el que no está inmerso. No por nada el Antiguo Testamento dice aquello de que "ante el arca abierta hasta el justo peca".Porque lo cierto es que cada uno de nosotros cree saber lo que haría ante un dilema moral, pero nadie lo sabe a ciencia cierta. Por algo Aristóteles advertía contra la akrasia, que no es enfermedad venérea, sino esa antiquísima proclividad, entre quienes más presumen de moralidad, de hacer lo contrario a la hora buena. Y es que el filósofo moral sabe que mientras nuestras virtudes no hayan pasado el bautismo de fuego de los hechos, nuestras opiniones morales son puro prejuicio o ética hipotética: un entretenido pasatiempo que nos permite jugar a los superhéroes morales cuando juzgamos a los demás, pues sabemos que nosotros jamás tendremos que enfrentar ese problema concreto.Este es el caso del debate sobre el aborto, hoy por hoy secuestrado por legisladores, curas y amas de casa que jamás han enfrentado esa terrible decisión. De un lado están las rábidas feministas con su "derecho a decidir sobre su cuerpo" al que convenientemente le han amputado el deber de afrontar las consecuencias de sus actos libres. Del otro lado, las "mochas" esgrimen unos principios sagrados y un amor al prójimo más teóricos que prácticos (¿cómo, si no, explicar los centenares de niños no queridos, sin hogar ni esperanza en este México "católico y cristiano" en que decimos vivir?). Y, por si este choque de matrices fuera poco, ahí están los varones que, haciendo un cómodo mutis sobre su colaboración al embarazo, opinan como si necesitáramos de su saber y razonamientos (son como esos comerciales machistas cuyo mensaje no es otro que: ¡Mr. Músculo, enséñame a limpiar la cocina, plis que soy tan burra que ni eso sé hacer bien sin ayuda masculina!).Unas hablan de derechos, otras de principios, los otros desde un ego patriarcal indigesto (¡burp!). Los tres se quedan en un debate abstracto, que no deja escuchar a las verdaderas protagonistas de la tragedia y que no son ni las que quieren su placer sin consecuencias; ni las que presuponen que todas las mujeres tienen un marido que las respeta, quiere y mantiene; ni los que ejercen su sexualidad sin consecuencias (si no se despenalizara el aborto, ¿no sería lo justo también entambarlo a él?). Las verdaderas protagonistas -y por ende las voces que hay que escuchar antes de juzgar- son esas mujeres que por alguna trágica circunstancia de su vida se han visto en la agonía de decidir si el frutito de su vientre tendrá un nivel de vida decente, si tendrá un hogar y ese amor de madre y padre indispensable para que un alma llegue a plenitud.Por eso, el primer paso para tomar una decisión justa y razonable sobre el aborto; una decisión igualmente respetuosa de la vida del no nacido y de la conciencia materna, es callar. Pues sólo quien no está aturdido por el clamor de sus propias razones ni enamorado de sus propios prejuicios es capaz de escuchar a quien, habiendo pasado por ese trance, sabe de qué habla realmente. Todas las demás opiniones en pro o en contra del aborto (incluida la mía) son hipotéticas y no aportan luz al debate, sino sólo el calor del dogma religioso y del prejuicio moral.Al final, bien haríamos los que sobramos en esta discusión (somos varios y, la mayoría, sin ovarios) en usar nuestras energías más inteligentemente. Porque penalizar el aborto es a la vida lo que el muro fronterizo a la migración: podrá hacerlo más difícil, pero no resuelve el problema de fondo. Porque una mujer que decide abortar -legal o clandestinamente- lo hace por las mismas razones que un hombre decide emigrar: se siente sola, desesperada y sin esperanza de un futuro mejor. De ahí que manifestarse por la vida no sea un asunto de marchas dominicales, ni rezos en Catedral; hace falta una estrategia que incluya oponerse a la prueba de gravidez en las empresas, luchar porque a trabajo igual corresponda salario igual, y no ser indiferentes a la terrible realidad de los niños de la calle. Porque sin estas (y otras muchas) medidas, -en definitiva sin una sociedad realmente acogedora de la vida-, mucho me temo que toda oposición al aborto no es más que saliva (y ésa, hasta las babosas la producen con suma facilidad).
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http://www.reforma.com/editoriales/nacional/759082/
Fecha de publicación: 15-Abr-2007
Interesante y muy real punto de vista, sólo la que ha pasado por esa experiencia nos puede decir; y no basta con desear un mundo ideal, y para ello, nuestro país lo que más necesita es construir una equidad social, que hoy sigue tan lejana.
Laura Tena
domingo, 15 de abril de 2007
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