miércoles, 12 de agosto de 2009

Homosexualidad e Iglesia Católica: urge abrir el debate sobre reformas de fondo


Autor: ENOÏN HUMANEZ BLANQUICETT
Creada: agosto 12 de 2009

El sábado ocho de agosto de 2009 apareció en la edición electrónica de la revista Semana una entrevista con el padre Germán Robledo. Este hombre que ha llevado la sotana durante 45 años de su vida y que conoce el funcionamiento del aparato eclesial por dentro y por fuera; (como quiera que fue presidente del Tribunal Eclesiástico de Cali) ha desnudado una realidad que se olfateaba hace rato. Sin sonrojarse les ha dicho a los periodistas de Semana que hay “un clero Gay”, que reconocerlo es un hecho “duro pero real” y que el fenómeno no es aislado. Que al contrario: pone en evidencia “una tendencia que se está presentando en la Iglesia católica”.

Pero el padre Robledo no usa la palabra “tendencia” de manera folclórica. Apoya sus afirmaciones con estimaciones estadísticas. Según él, solo en el área que cubre la arquidiócesis de Cali el “30 por ciento de los 120 sacerdotes que hacen parte de ella son homosexuales”. No conocemos los parámetros usados por este sacerdote para hacer sus ponderaciones estadísticas, pero treinta y seis curas homosexuales entre ciento veinte es una cifra bastante alta en una sola arquidiócesis.

Las opiniones del padre Robledo motivaron todo tipo de reacciones entre los lectores. Lo interesante es que los comentarios de varios de ellos confirman, de manera espontánea, lo dicho por el entrevistado y ratifican el carácter tendencial del fenómeno en cuestión. Por ejemplo, Luz Marina Chica Fernández, que leyó la entrevista de semana.com al padre Robledo en la piemontana ciudad de Villavicencio, escribió un comentario en el que no sólo aplaude la valentía de éste, sino que nos abre una perspectiva sobre el mismo fenómeno en la metrópolis llanera. Al respecto dice la señora Chica: “tengo muchos amigos homosexuales en Villavicencio y les puedo decir que acá la mayoría de los curas son homosexuales y salen con muchachos a los cuales los mantienen y ellos se ufanan de su amistad con los sacerdotes. También cuando estuve interna en un colegio de monjas me di cuenta que la mayoría eran lesbianas, una de ellas vive ahora con la ex-esposa de un conocido”.

Otro comentarista que se identificó como Daniel Bonilla Calle también le dio la razón al padre Robledo. Sostiene Bonilla Calle, quién reconoce sin reato que es gay, que le parece “interesante ese planteamiento de la iglesia como Closet”. Para él lo afirmado por este cura “es muy y muy cierto” y a pie juntilla, para mostrarnos que habla con conocimiento de causa, escribe: “lo digo yo que estuve en un seminario, claro pues que de una congregación que hoy esta en el foco del escándalo porque su fundador fue condenado por pederasta”. Frente al fenómeno Bonilla Calle afirma, de manera ponderada, que “lo grave no es ser gay, […] lo grave es usar la institución como escudo y además hacerla quedar más mal de lo que está”. Por su parte Maria Puerta Mendez escribe: “…personalmente soy amiga de un sacerdote que me contaba como fue acosado en el seminario mayor de Pamplona, y por los duros tratos que pasaba por no tener tendencias homosexuales…”


Sin haber llegado a los estantes de las librerías, puede anticiparse que el libro del padre Robledo profundizará la polémica entorno de una iglesia católica sacudida a cada momento por los escándalos sexuales de sus miembros. Lo escandaloso del hecho que destapa frente a la opinión pública el libro del padre Robledo no es que haya curas homosexuales. Sin duda alguna siempre los habrá habido en el seno de la iglesia o los habría de haber alguna vez. De otra parte, la homosexualidad asumida de manera seria y responsable por aquellos individuos –sin importar que sean curas o no- que la adoptan como estilo de vida o que fueron elegidos por la naturaleza para portar esta manifestación de la sexualidad, es un modo de vida o una manifestación de la condición humana respetable.

Al contrario de la homosexualidad de unos cuantos curas, que han resultado ser más de los que creíamos, lo que debe de escandalizar a la feligresía es la pacatería moral que esgrime frente a la homosexualidad una institución importancia social de la Iglesia Católica. En el seno del catolicismo, desde el Papa para abajo, nos tienen acostumbrados a un comportamiento homofóbico que muchas veces raya en el absurdo.

El discurso homofóbico de la jerarquía católica se ha redoblado con la llegada del papa Benedicto XVI a la dirección Vaticana. La ortodoxia del actual pontífice en esta materia nos depara a cada rato nuevas sorpresas. En julio de 2008, cuando puso la piedra de choque de la doctrina que orienta su gobierno en materia de homosexualidad, monseñor Joseph Alois Ratzinger dijo que así como había que salvar a las selvas tropicales de la destrucción, había que salvar también a la “humanidad de las conductas homosexuales o transexuales”. Para él, si bien “la homosexualidad no es un pecado, los actos homosexuales sí lo son”. Pero monseñor Ratzinger no es el único que piensa de ese modo. En los corredores vaticanos abundan los prelados de alta investidura, que consideran que la homosexualidad es "una desviación, una irregularidad, una herida" que arrastra a cuesta el ser humano por causa de su naturaleza pecadora.

Paradójicamente en esta materia nuestra Iglesia Católica parece estar escondiendo la basura debajo de la alfombra. Mientras los jerarcas, los curas y los feligreses más conservadores se preocupan por cerrar filas frente a la homosexualidad, la pederastia de centenares de sacerdotes destruye, con la complacencia del alto clero, el engranaje del discurso moral católico. La homosexualidad, aunque pueda ser vista como algo exótico en un sacerdote y prestarse para chistes morbosos, resulta menos bochornosa y dañina para la imagen de la fe católica que la pederastia. La homosexualidad de un sacerdote, después que sea vivida correctamente, puede ser un asunto que la sociedad contemporánea podría aceptar con tranquilidad.

Homosexualidad y pederastia no son fenómenos nuevos al interior de la iglesia, lo que sucede es que su existencia en la comunidad sacerdotal nunca se había ventilado con tanta insistencia. No son pocos los observadores que hace rato están señalando que los seminarios y los conventos podrían ser los closet mas grandes de este mundo. En casi todas partes abundan los chistes finos y obscenos que ponen sobre el tapete el comportamiento homosexual de curas y monjas. Por el lado de la literatura abundan las escenas de novelas y cuentos que ponen al descubierto los comportamientos homosexuales y pederastas en el seno de las comunidades conventuales.

De todas los pasajes literarios que hacen alusión al tema, el que mas retengo es el de la novela “Moi, les parapluies”, del escritor quebequence François Barcelo. En dicha novela hay un episodio en el que un sacerdote, capellán de un correccional de menores, le pide a un niño que acaba de llegar al reclusorio, que le toque sus partes íntimas. Escandalizado el recién llegado le cuenta el asunto a su compañero de celda. Tranquilamente éste le dice que en ese lugar dicho comportamiento es una vieja tradición, a la que muchos recurren para granjearse los favores personales del capellán. Curiosamente Barcelo fue educado en una comunidad religiosa.

Los comportamientos descritos por Barcelo en su novela y por los chistes callejeros sobre la pederastia en el seno de las comunidades conventuales y monacales, son profusamente confirmados por Alejandro Espinosa, uno de los seminaristas que denunciaron los abusos del padre Marcial Maciel Degollado, fundador de la ultraconservadora y controvertida congregación Legionarios de Cristo.

La pederastia probada del padre Maciel Degollado no se debía a una conducta típicamente homosexual, pues también han comenzado a salir al flote los secretos que rodearon sus travesuras con las mujeres, de las que se sabe ahora que le quedó una hija con una amante. A pesar de la monumentalidad de los desmanes cometidos por Maciel Degollado, que fueron tempranamente denunciados por sus victimas, la iglesia fue bastante indulgente con este sacerdote.

Frente a la pederastia toda la iglesia debe actuar firmemente, como lo está haciendo la iglesia irlandesa. De otra parte es equivocado pensar que ésta es una practica exclusiva de los homosexuales, pues el mayor porcentaje de los violadores de niños: así han comenzado a mostrarlo los reportes policiales y los estudios de psicológico social, resultan ser individuos heterosexuales que llevan una vida marginal y solitaria. La posibilidad de tener una pareja estable contribuiría a disminuir de manera considerable el porcentaje de curas pederastas, pues como lo sostienen algunos sociólogos la importancia del matrimonio no radica esencialmente en la procreación, sino en su capacidad de estabilizar las relaciones sexuales y afectivas entre los seres humanos.

En eso coincidieron también un grupo de sacerdotes peruanos, que participaron en un documental para de televisión sobre curas que habían dejado los hábitos, se habían casado y seguían ejerciendo su profesión de manera activa, aunque por fuera de la iglesia. Uno de ellos decía que, a pesar de formar parte de una comunidad muy solidaria, la vida de un sacerdote estaba atravesada por la soledad y la falta de afecto. Según dicho sacerdote esto estaba relacionado con el hecho de no tener una persona para compartir las instancias mas intimas de su existencia. En su consideración ese vacío sólo puede llenarlo la presencia de una pareja estable.

Con respeto a la materia razón le asiste a Luz Marina Chica Fernández, que sentencia en la parte final del comentario que de ella citamos atrás: “los curas deben tener derecho a una vida sexual libre respetando sus inclinaciones, esto nada tiene que ver a con el amor a Dios o el trabajo social y la pastoral.” ¿Si los sacerdotes pueden tener esposas en la religión Anglicana y Ortodoxa, que son entre todas las ramas del cristianismo las mas parecidas al catolicismo, porque esto no puede ser posible en la iglesia Católica?

Ciertamente la homosexualidad sacerdotal atrae la atención del público, debido al aura morbosa que envuelve al tema. Pero la seriedad del asunto nos obliga a sobrepasar dicha arista, pues éste pone en entredicho la vigencia de uno de los principios más caros de la estructura doctrinal (e ideológica) de la iglesia católica: el voto de celibato. Según el padre Robledo esta figura es el centro de la crisis, ya que “Ser sacerdote es atractivo para los homosexuales porque pueden desarrollar una doble vida”, sin enfrentar a sus familias.

Aunque el Vaticano se niegue a abrir la página de la reforma, la Iglesia Católica está reclamando de manera urgente una renovación de fondo en lo que compete al sacerdocio. El penoso dossier de la pederastia y los líos de faldas, en los que se han visto involucrados el presidente paraguayo, en sus tiempos de obispo, y mas recientemente el padre Alberto Cutié son hechos que nos demuestran que el celibato es una norma que debe ser descontinuada. Analizando el caso del padre Cutié, el sacerdote retirado Gonzalo Gallo afirmó en una entrevista concedida a El Heraldo de Barranquilla, que dicho caso no era “más que uno entre tantos casos” y que el mismo se constituía en un llamado “para que la jerarquía cambie”.

Lo que ha hecho el celibato es empujar a los curas a llevar esa doble vida que denuncia el padre Robledo. En casi todas partes abundan las historias sobre curas y mujeres. En Bogotá conocí una mujer que decía que era nieta de un célebre cura de Mompox, que tuvo siete hijos con una mujer y los bautizó con su apellido registrándolos como hijos de un hermano suyo, que era autista. En Montería en el año 2001, un curita que se convirtió rápidamente en el preferido de un sector considerable de las mujeres de la élite monteriana, recibió una tunda de manos de un marido ofendido, que lo encontró in flagrante con su esposa.

El debate que abre del padre Robledo no debe ser tomado a la ligera por los católicos auténticos, ni por aquellos que, como yo, nos declaramos católicos a medias. Quiérase o no el catolicismo es un icono de la cultura occidental y un grueso número de la población mundial fundamenta su conducta social a partir de los principios morales y éticos profesados por este credo.

En todo caso debemos reconocer que el tema de la homosexualidad en el seno de la iglesia es un asunto espinoso y difícil de tratar. El caso del obispo Gene Robinson, primer obispo abiertamente gay en el ceno de la iglesia anglicana, es un botón que sirve de muestra para probar la complejidad del asunto. Pero tampoco podemos aceptar que el destape del fenómeno sea utilizado para atizar la homofobia de los sectores ultraconservadores del catolicismo.

Dentro de esa lógica no es correcta la postura del padre Robledo, cuado sentencia que los homosexuales “en el estado clerical están en el lugar equivocado.” Posturas como esas no son útiles para la salud del catolicismo. Sobre todo en un momento en que la crisis de vocaciones sacerdotales es indiscutible, pues el progreso de las carreras laicas (universitarias y técnicas) ha depreciado el rol que cumplieron en tiempos pasados el sacerdocio y noviciado como ascensores sociales para las personas de clase popular y media. Tener un sacerdote en la familia dejó de ser visto como algo prestigioso.

Para revitalizar el catolicismo, los católicos debemos no sólo abrir el debate sobre la reforma al celibato. También debemos comenzar hablar de la posibilidad de ordenar a las mujeres como sacerdotisas. Si la religión católica quiere seguir ocupando un lugar privilegiado entre los grandes credos religiosos del mundo, no debe escurrirle el bulto a las grandes reformas a las que la ha abocado la sociedad contemporánea. Su arcaísmo no rima hoy con la realidad en que se debate la sociedad que pretende orientar en el campo espiritual
http://comunidades.semana.com/wf_InfoNoticia.aspx?IdNoticia=2981


Son tres varones los hijos del clérigo que viven en México y reclaman herencia
Superaría 20 mil millones de euros la fortuna forjada por Maciel en el mundo
La madre de otra de las descendientes afirma a un diario español que no sabían quién era realmente

http://www.jornada.unam.mx/2009/08/12/index.php?section=politica&article=017n1pol

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