domingo, 29 de julio de 2007

Discriminación, constante del mercado laboral


Redacción El Universal Domingo 29 de julio de 2007
Los empleadores condicionan plazas a raza, edad y apariencia física
Millones de personas en el Distrito Federal y el estado de México no logran obtener un empleo digno y bien remunerado en la economía formal debido a su apariencia física, raza, edad o por tener discapacidad física o mental.
La discriminación es una característica constante del mercado de trabajo en ambas entidades, donde autoridades, especialistas, empresas y organizaciones sociales reconocen como un déficit de nuestra cultura y de las leyes la exclusión a determinados sectores sociales de una oportunidad laboral.
EL UNIVERSAL investigó las formas en que se discrimina en los mercados laborales del DF y el estado de México, y encontró, entre otras cosas, que algunos empleadores prefieren contratar a una mujer de “talla 5” antes que por su capacidad profesional.
Otros descartan a quien padece una discapacidad sin conocer sus potencialidades, y menos están dispuestos a adecuar sus instalaciones.
La experiencia y responsabilidad de los ancianos es insuficiente para convencer a los empleadores de contratarlos, pues los consideran decadentes y enfermizos.
Los jóvenes tampoco la tienen fácil para encontrar trabajo, pues a las limitaciones del mercado laboral se suma la escasa disposición de las instituciones, privadas y públicas, a capacitarlos. Ni siquiera un título universitario les asegura un empleo.
Y si el DF y su zona conurbada concentran al más importante grupo de indígenas del país, también se caracterizan por marginarlos a trabajos de poca paga y alto riesgo.
Una de las alternativas para estos sectores es el autoempleo, mientras que organizaciones no gubernamentales y algunas iniciativas oficiales trabajan para romper barreras discriminatorias del mercado laboral para determinados grupos, aunque sus resultados son limitados.
Pero el grueso de los que son discriminados por su aspecto físico, sexo, raza, edad o escolaridad tienen que hallar alternativas laborales, incluso la mendicidad, para cubrir sus necesidades básicas.

Discriminados por leyes e instituciones
JUAN ARVIZU El Universal Domingo 29 de julio de 2007
En la ciudad de México el sector de la construcción es el nicho ocupacional para campesinos e indígenas de origen otomí, náhuatl, mazahua, mazateco y mixteco
La discriminación laboral a los indígenas en la Ciudad de México está “latente”, esto es, escondida: les cierra las puertas de la economía moderna. A la gran mayoría la margina como albañiles, artesanos, vendedores ambulantes, sirvientas, boleros.
Quienes con capacidad profesional logran entran a empresas, difícilmente ocupan puestos de mando, incluso en el sector público. La discriminación es institucional.
La metrópoli los rechaza por su apariencia y, peor aún, por su lengua. En el asfalto, renegar del origen étnico es básico para subsistir a la desventaja insalvable de ser indígena.
El Distrito Federal y su zona conurbada, forman “la mayor congregación urbana de carácter indígena del país”, señala un estudio de Jorge Enrique Horbath, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
“Ser indígena significa ser pobre y mantener características de discriminación”, como obtener “menos remuneración por su trabajo”, expone el “Informe sobre la discriminación en el campo laboral 2005”, de la propia Flacso y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
Ambos estudios dan cuenta de la desventaja de un indígena respecto de un no indígena en la Ciudad de México.
“Los mejores ingresos para los indígenas se dan en las delegaciones Benito Juárez, Azcapotzalco, Álvaro Obregón, Cuajimalpa, Miguel Hidalgo y Cuauhtémoc, con más de dos dólares por hora”. Allí mismo, los no indígenas ganan tres dólares por hora, expone Horbath. En otras localidades la paga cae a medio dólar la hora y menos.
La Asamblea de Migrantes Indígenas de la Ciudad de México (AMICM), dice que muchos culminan licenciaturas, maestrías y doctorados, pero “no hay trabajos para nosotros: el título no vale a egresados de universidades públicas”.
Reconoce que falta visión y apoyo empresarial, sobrevivir a la incosteable economía artesanal, salir de la etapa de los empleos bajos de mozo, mandadero, obrero.
Una encuesta del Conapred con indígenas, indica que el derecho menos respetado es el de trabajar con pago justo.
Los indígenas consideran (59%) que tienen pocas posibilidades de mejorar sus condiciones de vida. Un 7.5% dice que carece de oportunidades en absoluto.
“Los indígenas ya establecidos en la ciudad, trabajan y viven (al igual que en sus pueblos) en condiciones de pobreza: habitan en la periferia sin acceso a servicios; tienen empleos precarios; sus niños abandonan la escuela para participar en el ingreso familiar, a través de la mendicidad o el empleo informal”, reporta el Informe Flacso-Conapred.
En la ciudad de México el sector de la construcción es el nicho ocupacional para campesinos e indígenas de origen otomí, náhuatl, mazahua, mazateco y mixteco. “Es el oficio más desgastante, riesgoso, mal pagado”, agrega.
“Cuando niegan su origen”, los indígenas consiguen alternativas de movilidad, como electrictricistas, plomeros, carpinteros, yeseros. Más abajo está el sector de talleres pequeños, peor pagados.
Lo que se practica en el DF contra los indígenas es una “discriminación institucional”, toda vez que ya es rutinaria, resalta el estudio Flacso-Conapred, y urge a romper ese círculo vicioso. Un tercio de la población mexicana es discriminadora hacia las comunidades indígenas.
Quienes “logran superar las barreras de la discriminación en la economía moderna, se ven sometidos a fuertes presiones, ejercidas por sus compañeros de trabajo, relata el informe elaborado por Jorge Enrique Horbath.
La baja formación profesional de los indígenas, “da como resultado pocas posibilidades de desempeñar tareas de autoridad” en unidades empresariales y productivas, aun dentro del sector público”.

http://www.eluniversal.com.mx/nacion/vi_152893.html


Exclusión con rostro de mujer
ANGÉLICA SIMÓN El Universal Domingo 29 de julio de 2007
La segregación laboral y la división sexual del trabajo, persiste; se sigue encasillando al sexo femenino en áreas que tienen que ver con los roles preestablecidos como servicios y educación, alertan especialistas
La discriminación laboral camina en tacones por la ciudad. Tiene distintos rostros: hostigamiento sexual, despido o no contratación por embarazo, menores salarios que los varones a iguales tareas, condicionamiento sobre la apariencia física, la talla, la ropa, o el estado civil, violencia laboral e incluso abuso sexual.
De acuerdo con datos de la Secretaría del Trabajo y Fomento del Empleo del Distrito Federal, en los últimos seis años, 3 mil 836 mujeres de la capital del país demandaron a sus patrones por alguna de estas causas y los números van al alza.
Según las estadísticas, de 2001 a 2006 las denuncias por hostigamiento sexual subieron 122%; los despidos por embarazo 106%; las presentadas por violencia laboral 61% y la discriminación en general, 133%.
Tan sólo en lo que va del año, la Procuraduría de la Defensa del Trabajo de la ciudad de México ha recibido 403 denuncias por esos motivos.
Ana María Loaeza, titular de la Subprocuraduría de Atención a Mujeres resaltó que el despido por embarazo se mantiene como la principal causa de discriminación reportada (40%).
“Parece ser que el estar embarazada es un crimen y que los patrones olvidan que es una condición natural de la mujer, que además está reconocida en la ley y perfectamente normada”, señaló.
El hostigamiento sexual, con 17% es el segundo problema laboral que enfrentan las habitantes de la capital del país con más frecuencia.
El Instituto de las Mujeres del Distrito Federal reporta que el hostigamiento sexual es uno de los principales factores para que las mujeres no accedan a los cargos de dirección en los centros laborales y ello, afirma el organismo, implica la limitación ocupacional como parte de la discriminación que los hombres ejercen contra la población femenina ante la escasez de oportunidades de trabajo.
La violencia física o verbal también son formas de discriminar, así como negar el ascenso, la falta de capacitación, y en general otorgarles menores prestaciones.
Existe una marcada discriminación laboral que es cualquier tipo de distinción, exclusión, restricción o preferencia que tenga como resultado eliminar o alterar la igualdad de oportunidades o de trato hacia las mujeres en el trabajo.
Prevalecen roles preestablecidos
Ana Buquet Corleto, secretaria académica del Programa Universitario de Estudios de Género, afirma que persiste la segregación laboral y la división sexual del trabajo; es decir, se sigue encasillando a las mujeres en trabajos que tienen que ver con los roles preestablecidos como son los servicios y la educación, y su presencia es todavía mucho menor que la de los hombres en espacios directivos.
Asimismo, señala Buquet, persiste la segregación salarial: menores sueldos y prestaciones. Información de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal indica que en la ciudad de México existen diferencias salariales entre 7% y 35% de mujeres y hombres que desempeñan el mismo cargo aun cuando el precepto constitucional refiere que a trabajos iguales, salarios iguales.
Además, no sólo persisten las viejas formas de discriminación, sino que hay otras nuevas como por ejemplo los condicionamientos de tallas, estatura o apariencia física marcados por los estereotipos de belleza, así como la soltería.
La investigadora apunta que a pesar de vivir en una ciudad que está trabajando en consolidarse como un espacio democrático y equitativo, la discriminación sigue siendo un problema porque tiene que ver con un orden cultural que se arrastra históricamente.
Vivimos aún bajo una estructura patriarcal con prejuicios que se basan en la idea de inferioridad hacia las mujeres, explica la especialista.
“Que un gobierno se preocupe por ser equitativo, no quiere decir que logrará erradicar la discriminación en corto tiempo”, afirma Buquet Corleto.
Hay avances, dice, pero faltan cambios más de fondo, estructurales que tienen que ver con reformas educativas, que se incluya en los libros de texto la visión de género, así como leyes que promuevan políticas institucionales y empresariales a favor de la igualdad.
Combatir la discriminación
Aunque la discriminación está prohibida en la Constitución y en toda la normatividad laboral, poco se puede hacer contra ésta, reconoce Ana María Loaeza, de la Procuraduría de la Defensa del Trabajo.
“De que está contemplado está contemplado, pero es difícil contar con los elementos para probar en un juicio y que se castigue a un patrón por discriminar, por eso se interponen juicios por despido injustificado”, indica la funcionaria.
Pero no sólo hay ese vacío. La discriminación, afirma la subprocuradora, se puede dar antes, durante y con el despido.
“Antes, solicitando más requisitos de los que establece la ley, condicionando aspectos físicos, estado civil, entre otros; durante: no capacitando, pagando menos, hostigando o menospreciando y con el despido”, explica.
Cuando es antes, no se puede hacer nada porque no son trabajadoras, “laboralmente hablando no se puede sancionar a las empresas porque no existe una normatividad que diga que si tu empleador pide estos requisitos adicionales a la norma será sancionado”.
El problema de fondo, coinciden las especialistas, gira en torno a los vacíos legales, a que no hay una cultura laboral ni una cultura de la igualdad y la necesidad.
“La situación económica y el desempleo han alcanzado niveles alarmantes en donde la gente aun con conocimiento de causa toma los empleos, a pesar de que de antemano saben que las condiciones no son las de la ley; en el caso de las mujeres se está dando una figura de jefa de familia y ante esa responsabilidad se aceptan condiciones que bajo otras circunstancias no se aceptarían, pero ante la necesidad extrema no les queda otra alternativa”, concluye Loaeza.
http://www.eluniversal.com.mx/nacion/vi_152906.html


“Empleo, sólo para las de talla 5”
ANGÉLICA SIMÓN El Universal Domingo 29 de julio de 2007
Ser bajita de estatura, no ser “talla 5, máximo 7”, no haber hecho carrera en escuela de paga, venir de provincia, no ser “jovencita”, fueron algunos de los problemas que enfrentó Éricka para conseguir trabajo.
A pesar de contar con amplia experiencia en actividades secretariales, tener un curso técnico impartido por la Secretaría de Educación Pública en esta materia, Éricka no pudo conseguir empleo en su área. A sus 33 años de edad y con amplia experiencia, actualmente se dedica a promover tarjetas bancarias en un centro comercial.
Eso sí, asegura, tomó esa opción laboral después de tres meses de búsqueda y pasar por todo tipo de escrutinios, incluso personales, como si era casada o vivía en pareja, si a su edad tenía o no planes cercanos de casarse o tener hijos y cuántos.
“Tú entenderás que necesitamos gente que no sea mamá ni esté en sus planes serlo porque luego empiezan con los permisos, las incapacidades, las faltas y nosotros necesitamos gente que trabaje’. Eso es lo que me decían y tenía que contestar que, efectivamente no tenía ese tipo de planes para poder tener una oportunidad”, comenta Éricka.
“Cuando comencé a desesperarme por la falta de empleo y de dinero fui a buscar trabajo como demostradora en las tiendas, tenía que ser talla 5, máximo 7”.
Esos requerimientos, asegura, no sólo le cerraban las puertas, sino que además le afectaban la autoestima.
“Resulta que en esta ciudad no importan si estás preparado o no, si tienes experiencia o no. Si no eres bonita y vienes de una de esas escuelas reconocidas, tus oportunidades de encontrar trabajo son muy pocas”.

http://www.eluniversal.com.mx/nacion/vi_152907.html


Un laberinto sin salida para los discapacitados
MÓNICA ARCHUNDIA El Universal Domingo 29 de julio de 2007
La falta de rampas y de semáforos con señales auditivas, entre otras barreras arquitectónicas, les impide desarrollarse en el ámbito social, académico y laboral
La discriminación hacia las personas con discapacidad aún es grave en la ciudad de México y se manifiesta con la simple existencia de barreras arquitectónicas que les impiden su adecuada movilidad. “Lo que sucede es que a veces es tan invisible que la gente no lo ve...las dificultades para ingresar a un trabajo o a la escuela también son formas de discriminación”.
Así lo afirma Amalia Gamio, coordinadora del programa para la defensa de los derechos y la dignidad de personas con discapacidad del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), quien considera como soluciones el cumplimiento de las leyes que protegen a este sector y establecer en ellas sanciones más elevadas a quienes las violen.
Francesca Sasso, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Azcapotzalco, coincide en este tema: “Sigue habiendo discriminación en todos los medios porque muchas instituciones no son adecuadas para personas con discapacidad y eso es una discriminación en las estructuras arquitectónicas...no hay señalización para personas ciegas o sordas”.
Y añade que “muchos se quedan en sus casas por su discapacidad para movilizarse, aunque sí son capaces para integrarse, además a muchos dejan de llevarlos a terapias porque no hay quién los movilice, porque hay que cargarlos”.
Ricardo Bucio, secretario técnico de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), considera a la ciudad como un laberinto sin salidas para personas con discapacidad por la insuficiencia de rampas, la mala condición de las banquetas y la falta de semáforos con señales auditivas.
De los más de mil puentes peatonales que existen en el DF sólo siete pueden ser usados por esta población; además, para acceder a los autobuses del gobierno este sector debe aguardar su paso en avenidas principales.
Julio César Núñez Quintana, presidente de la Fundación Si tú quieres...¡yo puedo!, es usuario frecuente del Metrobús y sabe que descender en las estaciones Deportivo 18 de Marzo, Euzkaro, Potrero, La Raza, Circuito, San Simón, Manuel González e Insurgentes es una hazaña ya que el acceso a las paradas se consigue a través de largas escaleras.
Moverse en su silla de ruedas resulta difícil cuando intenta trasladarse en la ciudad, ya sea por cuestiones de trabajo o de diversión.
Se estima que la tasa de participación económica de la población con discapacidad en el Distrito Federal es de 25.4 y de 27.3% en el estado de México.
Sin embargo, Gamio se refiere a la necesidad de elaborar un censo específico sobre personas con discapacidad ya que el simple hecho de que no exista es ya una forma de discriminación.
Según el XII Censo de Población y Vivienda 2000 del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) en el DF hay 159 mil 754 personas con discapacidad.
No obstante un estudio presentado en 2006 por el gobierno local, la UNICEF y la asociación civil Alternativas de Comunicación para Necesidades Especiales revela la existencia de 77 mil 582 con afectaciones permanentes en zonas de muy alta, alta y media marginación.
En el caso de la ciudad se considera que 36 mil 563 personas con discapacidad tienen alguna ocupación laboral. Las principales discapacidades son de tipo motriz, sensorial y mental.
El estudio titulado “El reto de la inclusión y atención integral de niños, niñas y jóvenes con discapacidad en el DF” señala que 41.4% de los menores de entre seis y 15 años que vive en marginación muy alta carece de escolaridad y una de las principales causas de ello es la pobreza y falta de información.
Además, el porcentaje más alto de personas con discapacidad —44%— corresponde a la población de entre seis y 12 años.
El análisis revela que 67.9% de menores de entre seis y 15 años no recibe educación especial porque no encuentra el servicio o no puede pagar los gastos que implica.
Aunque 70.5% de la discapacidad permanente detectada entre niños que viven en zonas marginadas del Distrito Federal tiene su origen en el nacimiento, ésta se encuentra vinculada a la falta de servicios médicos.
Según el INEGI, en la capital el promedio de escolaridad de las personas con discapacidad es 6.2 años, casi dos puntos por arriba del estado de México, donde se ubica en 4.5.
En esa entidad el instituto ha detectado a 189 mil 341 personas con discapacidad, desde recién nacidos hasta adultos mayores, de las cuales el 80.5% es derechohabiente del IMSS.
http://www.eluniversal.com.mx/nacion/vi_152909.html


De sabios a personas en desuso
SARA PANTOJA El Universal Domingo 29 de julio de 2007
Antes curaban con sus remedios y ahora, las personas de la tercera edad son víctimas del abandono. No hay leyes que los amparen y para sus familias son una carga
Hace poco más de 500 años, en la ciudad de México los adultos mayores eran los más respetados, los más sabios y a los que más se les tomaba en cuenta para decidir. Hoy, la tendencia es verlos como improductivos, ineficientes, enfermos y decadentes, según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
Antes, eran los que curaban con sus remedios y hasta se comunicaban con los dioses. Ahora, son discriminados de múltiples formas empezando desde el hogar, donde su propia familia los trata a gritos.
“Les afecta la discriminación laboral, el abandono familiar y la violencia física y psicológica; así como la falta de mecanismos que otorguen garantías a su patrimonio”, según el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam).
Magdalena Adriana González Furlong, directora de la dependencia informa que cada día 800 personas en el país cumplen 60 años, lo que significa que al año 292 mil personas ingresan al sector social de la llamada tercera edad.
Según las cifras de la dependendencia, en México hay 8.6 millones de personas mayores de 60 años; es decir, uno de cada 20 ciudadanos.
Según el Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática de 2005, en el DF habitan 955 mil adultos mayores.
Datos de la Secretaría de Salud local señalan que tan sólo en el DF, 5% de ellos han reportado ser víctimas de abuso o maltrato. Y uno de cada cien dijo sufrir violencia física.
Graciela Casas, especialista de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), considera que la discriminación empieza por el concepto de la vejez, de la que dice: “se le ve como caduco, en desuso, en vez de valorar su experiencia”.
A este grupo lo discrimina la sociedad y las instituciones, dice.
“No les dan tarjeta de crédito bancaria porque no ofrecen garantías y tampoco consiguen seguros de vida por su edad. No hay un estereotipo de éxito de vejez”, indica.
Las actuales administraciones están atendiendo sus problemas, “con fines políticos, pero están dando resultados, agrega.
Pero más allá de lo que diga la Ley de Derechos de los Adultos Mayores, la discriminación se siente en las calles.
Desprecio en el trabajo
“Sí hay discriminación en el trabajo hacia nosotros los viejos”, asegura Sebastián López Colmenares, de 65 años. Él lleva más de cuatro décadas trabajando en un taller.
“Ahí contratan a chamacos con el sueldo mínimo de 400 pesos y yo con experiencia de 45 años en el negocio me dan 300 si quieres, me dicen y así pasa donde quiera”.
Don Sebastián tiene que sostener a su esposa, a su nuera y a sus nietas de 10 y 3 años, cuyo padre emigró a Estados Unidos.
La discriminación hacia los adultos “en plenitud” puede ocasionar depresión y hasta la muerte, según Juan Carlos González Llamas, director de Gerontología del INAPAM.
“Uno de los padecimientos psicológicos más fuertes en el anciano es la depresión. Entre sus causas se cuenta el no ser independiente”.
González Llamas agrega que en el país sólo 25% de las personas de 60 años o más han cotizado en la seguridad social, lo que implica que el resto pueda estar desenvolviéndose en la economía informal, sin ningún tipo de garantía laboral ni de salud.
Además de la discriminación en la salud y en el trabajo, este sector sufre rechazo hasta con las autoridades. Del 1 de enero al 30 de abril de 2006, la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) recibió un total de 200 quejas de adultos mayores.
De éstas, el organismo reportó que 175 casos se consideraron como presuntamente violatorios de derechos humanos. Entre las instancias y autoridades más señaladas por los denunciantes estuvieron las instituciones y órganos encargados de procurar o administrar justicia y garantizar la seguridad pública.
http://www.eluniversal.com.mx/nacion/vi_152910.html


Aun en libertad,siguen presos de su pasado
CLAUDIA BOLAÑOS El Universal Domingo 29 de julio de 2007
A pesar de que por ley los presos deberían tener acceso a capacitación, la escasa formación que se les da en los penales poco ayuda a cambiar el futuro de esas personas
Antes de entrar a la cárcel se dedicaban a trabajos temporales y al salir de ella siguen en la misma línea o peor porque muchos enfrentan actos de discriminación por ser ex convictos, a lo cual se suma su escasa capacitación laboral.
El artículo 112 del Reglamento de los centros de reclusión del Distrito Federal dice: “El trabajo y la capacitación para el mismo en los Centros de Reclusión, son elementos del tratamiento para la readaptación social del interno, sin los cuales no podrá determinarse plenamente ésta”.
Pero al quedar en libertad, los ex internos se encuentran con que casi no hay oportunidades laborales para ellos, ya sea por haber estado presos, por no tener capacitación laboral o por carecer de un aval moral, indican asociaciones civiles, investigadores del sistema penitenciario y la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF).
Elena Azaola, investigadora del Centro de Investigación y Docencia Económicas, (CIDE), indica en el texto “Delincuencia, marginalidad y desempeño institucional”, que crece la población carcelaria que trabajaba desde niños y adolescentes.
“Es un rasgo de que tuvieron que trabajar y esa situación les restó posibilidades educativas”, según datos de la Dirección de Ejecución de Sanciones, y agrega que 98% de los internos son de escasos recursos. De acuerdo con la Dirección de Prevención y Readaptación Social del DF, antes de ser encarcelados se desempeñaban en trabajos informales.
Al salir no hay seguimiento de las labores que realizan, aunque según la subdirectora de Fundación Familia Alternativa, Nayeli Luna Buendia —asociación que ayuda a personas que salen de prisión y no tienen a donde ir— la mayoría se emplea en negocios propios, comercio informal y trabajos temporales como ayudantes.
La escasa formación laboral que se les da en los penales poco ayuda a cambiar la realidad de esas personas, y lo peor es que varios ni siquiera se sienten como una persona con derechos, por lo cual no hay quejas que refieran actos de discriminación laboral, da a conocer Víctor Morales Noble, director de Seguimiento de Recomendaciones de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF).
Aunque es violatorio y ya ni siquiera se dan como documento oficial, hay quienes temen a que se les pidan constancias de antecedentes no penales.
La subdirectora de Fundación Familia Alternativa, Luna Buendía menciona que es difícil que alguien quiera emplear a personas que han estado presas.
Para algunos que provienen de familias criminógenas la situación es peor, “porque ya los están esperando para que continúen en el negocio”, explica conforme a la experiencia de la fundación.
Consultada al respecto, la investigadora Elena Azaola refiere que los ex presos han pagado a la sociedad lo que debían, y sin embargo les quitan oportunidades de reinsertarse en la sociedad.
Víctor Morales considera que la problemática está enfocada a la falta de preparación de los que están privados de su libertad legalmente, porque aunque la norma contempla la readaptación a través del trabajo, no se cumple.
Las cifras de la Dirección General de Prevención y Readaptación Social indican que de los aproximadamente 33 mil 500 internos que hay en la ciudad de México, unos 16 mil trabajan y 17 mil no.
No obstante, los 28 socios industriales que hay en los penales del DF, sólo hay oportunidad para unos pocos, y únicamente la empresa Vicky Form ofrece empleo a los liberados, indica el representante de Derechos Humanos.
“Y el resto de la población no recibe capacitación para desarrollarse en empresas, sino que se les enseña a trabajar las artesanías o hacen comisiones de la misma institución, lo cual no los prepara para competir en el mercado laboral”.
http://www.eluniversal.com.mx/nacion/vi_152913.html

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