domingo, 14 de octubre de 2007

Cosecha de dolor y esperanza: Trabajo Infantil en el campo

Cortan lo más tierno

A cuatro días de que el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y la Agencia Inter Press Service entreguen el galardón, Excélsior presenta a sus lectores la serie de reportajes sobre niños jornaleros, publicada del 27 al 29 de junio pasado y que ganó el primer lugar entre 465 trabajos de 19 países. Además, una recapitulación de la cobertura del desamparo en el que viven los miles de menores que laboran en campos de cultivo.

Enero de 2007. Sinaloa. Era sábado, 6 de enero, Día de Reyes. El sol debía estar justo bajo su cabeza y acababa de llenar con tomates rojos una de las tres decenas de botes de 18 litros de capacidad que debía entregar cada día para recibir a cambio 68 pesos. David Salgado, de nueve años, cargaba casi su propio peso en tomates y no vio los delgados hilos clavados en la tierra para separar los surcos. Tropezó, cayó en el camino por el que se acercaba veloz un tractor y no hubo tiempo de que se levantara. Las llantas del camión trituraron su cabeza. Murió de inmediato. No era la primera vez que el Centro de Derechos Humanos Tlachinollan de La Montaña, una organización guerrerense ubicada en Tlapa, la zona que más niños jornaleros expulsa hacia otros estados, narraba una tragedia parecida, y tampoco fue la última.

Diciembre de 2006. Tlapa, Guerrero

El 20 de diciembre de 2006 los Salgado se habían quedado como todos los años sin nada que comer, porque las áridas tierras de la montaña de Guerrero sólo dan maíz para cuatro meses. Como todos los años, se fueron, ellos y miles de familias más, a buscar trabajo 600 kilómetros al norte de su casa. Su regreso de Sinaloa, igual que siempre, estaba planeado para junio. Tres semanas después ya estaban de vuelta. Con el cuarto de sus cinco hijos muerto. Finales de febrero. Guerrero. “Viene el relator de la ONU para los derechos de los migrantes a ver a la familia Salgado”, informaba desde Guerrero al teléfono, Karen Trejo, vocera de Tlachinollan. Su voz hizo eco en la redacción y Excélsior fue a buscar a los Salgado. En la miseria, la familia, ahora ya de sólo seis miembros, mostró la única foto que quedó de David, disfrazado de pollo en la escuela. Su madre narró cómo Silvestre, el mayor de los hermanos, había sido el primero en ver a David ya muerto. Lo levantó en brazos, caminó cinco metros y cayó en la cuenta de que ya no había nada por hacer. En la misma casa de un solo cuarto, la reportera Marcela Turati recogió el testimonio de Adriana, la hermana de David, víctima de explotación laboral.

A las seis de la mañana hay que levantarse y dejar el diminuto cuarto de lámina, piso de tierra y sin agua que le sirve de hogar medio año para caminar a las parcelas. Las siguientes ocho horas las pasa bajo un sol que la empapa de sudor “como si se acabara de bañar”, corta miles de tomates, carga 30 botes diarios hasta el camión contenedor y a las cinco de la tarde la envían completamente agotada a sentarse un par de horas en la escuela. No aprende nada.

Marzo. Guerrero.

“(Que) se sepa en el mundo que México contraviene las normas internacionales que se ha comprometido a cumplir. Y no las está cumpliendo por la manera tan amplia en que se desarrolla el trabajo infantil en el país”.

Con esas palabras, Jorge Bustamante, relator especial de la ONU, condenó lo que sucede en los campos y pidió al mundo mirar hacia México. “El presidente Felipe Calderón no puede decir a los inversionistas que traigan su dinero porque éste es un país de leyes y que aquí se cumple la ley. Pues no es cierto”.

Marzo. Sinaloa.

La reacción fue casi inmediata. Funcionarios federales, encabezados por la secretaria de Desarrollo Social, Beatriz Zavala, realizaron una gira a los campos de Sinaloa, donde había muerto David. Allí, la subsecretaria de Desarrollo Humano de la Secretaría del Trabajo, Patricia Espinosa, paró en seco a las organizaciones que reclamaban a la Productora Agrícola Paredes que indemnizara a la familia de David, que había recibido sólo 34 mil pesos para cubrir los gastos del traslado y entierro. “Es un caso cerrado, cerrado porque se pagó la indemnización”, declaró a Excélsior. La gira incluyó la firma de un acuerdo entre Sedesol y los productores, que se comprometían a no emplear más niños. Desde hacía dos semanas no había ningún niño trabajando la tierra sinaloense, se dijo en la ceremonia. Dos días después, el reportero Ernesto Méndez recogió en esos mismos campos decenas de historias de niños que seguían ahí trabajando. “En Sinaloa todo mundo viola la ley“, le confirmó un productor.

Abril. Tabasco.

El tema de los niños jornaleros se volvió una prioridad para este diario. En la portada de este diario apareció la foto de niños con manos callosas, adentro de una gran pila de agua llena de plátanos verdes. La producción de los ranchos bananeros del ex banquero Carlos Cabal Peniche se sostiene con el trabajo de manos pequeñas. El reportero Pablo César Carrillo viajó a Tabasco y evidenció que en todas las etapas de la cadena productiva de plátano en la región participan niños que trabajan hasta 12 horas diarias, en condiciones de explotación.

Junio. Distrito Federal.

A mitad de año, Excélsior publicó un reportaje que abordó los diferentes ángulos de la problemática de los niños jornaleros, la cual toca al menos la mitad de los Objetivos de Desarrollo del Milenio a los que México se comprometió: pobreza, exclusión educativa, mortalidad infantil, desigualdad. La serie combinó estadísticas que dimensionaran el problemas, historias de carne y hueso que demostraron que la muerte de David no había sido un hecho aislado, las leyes y convenios que México está obligado a cumplir, la pobreza que arrastra a las familias, los efectos a futuro en los niños. Pero debía también mostrar soluciones, relatar las experiencias en México y otras partes del mundo que han sido exitosas para erradicar el trabajo infantil. Tampoco debía culpar sólo al gobierno, sino buscar el compromiso social de las empresas y mostrarle al consumidor que también forma parte del problema. Pero faltaba el último eslabón.

Organizaciones no gubernamentales habían denunciado que los campos ejoteros de la región del mezquital restaban repletos de niños jornaleros. Encontrarlos no fue sencillo, para hacerlo hubo que recurrir a los enganchadores de jornaleros con el pretexto de estar buscando una cuadrilla de trabajadores para trabajar un campo. Sólo así pudimos dar con ellos y establecer la Ruta del Ejote, para mostrar cómo en el último eslabón de la cadena de explotación infantil están las mesas de todos los mexicanos.
http://www.exonline.com.mx/diario/noticia/pulsonacional/primera/cortan_lo_mas_tierno/20657

No hay comentarios.: