miércoles, 16 de julio de 2008

Esclavitud en el siglo 21

En el país sufren explotación sexual medio millón de mujeres
Por: Redacción

En México no existe una cifra oficial confiable sobre el número de mujeres y niñas que son sometidas a la trata y explotación sexual, señala la maestra Teresa Ulloa, instructora del Diplomado Acceso a la Justicia y Trata de Personas para la Explotación Sexual, que la Universidad Iberoamericana Ciudad de México imparte a operadores de justicia a nivel federal y estatal, ministerios públicos, peritos, procuradores, subprocuradores, magistrados, jueces y secretarios del Ministerio Público.

Ulloa recuerda que el conteo oficial que se maneja en México de 20 mil infantes, en su mayoría niñas, no está actualizado, pues es la cifra que se ha utilizado desde hace ocho años.

De cualquier forma, el país es el segundo productor mundial de pornografía infantil y el tercer consumidor, después de Estados Unidos y España.

“El problema es que no hay un sistema estadístico confiable, cuya existencia se dificulta al tratarse de una actividad ilícita y clandestina”, apunta la académica, quien también funge como directora regional de la Coalición para América Latina y El Caribe.

La investigadora comenta que mediante monitoreos y estudios demográficos ha obtenido una proyección que apunta que el número de niñas y mujeres tratadas y explotadas sexualmente en México es de medio millón, que se concentran principalmente en el Distrito Federal, Puebla, Guadalajara y Monterrey. El problema también se presenta de forma crítica en la frontera norte y centros turísticos como Puerto Vallarta, Acapulco, algunos puntos de la costa de Oaxaca, Cancún y la Riviera Maya.

A esto se suman 200 mil mexicanas explotadas en el extranjero y cerca de 50 mil húngaras, búlgaras, colombianas, argentinas, brasileñas y centroamericanas que son víctimas de este delito en suelo mexicano. Las mexicanas a su vez son llevadas a países como España, Alemania, Holanda, Japón, Canadá y Estados Unidos, el mayor consumidor de prostitución a nivel mundial.

La experta asegura que los daños físicos a los que se exponen estas niñas y mujeres pueden ser muy graves, como desnutrición, lesiones físicas, enfermedades de transmisión sexual e incluso otras derivadas del estrés y los nervios, como colitis y dermatitis. Además estas mujeres se enfrentan al daño social, la pérdida de identidad y de sus lazos familiares, aunado a la interrupción de los estudios y de su proyecto de vida en general.

Por si fuera poco, existe un severo daño psicológico, que deriva en intentos recurrentes de suicidio, la presencia de la automutilación, el rechazo del propio cuerpo, la incapacidad para manejar la culpa, estrés postraumático y en algunos casos personalidad bipolar, subraya.

En el caso de las niñas que son obligadas a prostituirse, generalmente terminan siendo adictas a drogas como la piedra de cocaína, lo que permite a sus captores mantenerlas bajo su yugo.

Teresa Ulloa comenta que entre las tácticas de reclutamiento más socorridas se encuentran el engaño, el rapto y la seducción.

“Se les ofrecen sueldos y oportunidades laborales que serían inalcanzables para ellas en México, tras lo que los tratantes les quitan el pasaporte y las comprometen a pagar su deuda por el traslado a su nueva residencia”. En el caso de la estrategia de la seducción, cada vez es más común que los futuros captores no sólo enamoren a la chica, sino que la embarazan y se casan con ella, haciendo creer a la familia que la unión será normal, lo cual no despierta sospechas sobre el posterior traslado de la hija de familia a otra entidad o país.

También existen casos aislados en los que la familia prostituye a sus hijas para enfrentar su condición de pobreza, pero este delito es cometido principalmente por grupos organizados criminales, incluido el narcotráfico, que usa su poderosa estructura para llevar a cabo la trata a nivel internacional.

“Es un fenómeno que en la mayoría de los casos está cruzado por la falta de oportunidades, la pobreza, las adicciones y el consumismo”, señala la académica, quien indica que 87 por ciento de las mujeres explotadas en las grandes urbes proviene de zonas rurales.

La maestra Ulloa subraya que es necesario crear conciencia sobre esta “esclavitud del siglo 21”, fuertemente sesgada por una cuestión de género.

“La sociedad mexicana ha concebido a la prostitución como un mal necesario. Se piensa que quien la ejerce es la escoria de la sociedad y quien está ahí es porque le gusta, lo disfruta, porque quiere estar ahí y porque gana mucho dinero, pero es un tema rodeado de mitos”, asegura.

Por ello, advierte que se necesita modificar dicha concepción para desarrollar la sensibilidad requerida para atender a las víctimas y evitar el incremento de estos crímenes. Aclara que se pueden usar todas las técnicas de investigación y hacer la cantidad de peritajes necesarios para corroborar o reforzar el dicho de la víctima, pero que de ninguna forma los argumentos de las víctimas en el terreno sexual deberían ser cuestionables.

Según la investigadora, muchas veces el Ministerio Público, institución de buena fe según la Constitución y por lo mismo representante de la sociedad ofendida, pone en tela de juicio los argumentos de la víctima, poniéndola en igualdad de condiciones que el perpetrador.

“Incluso la víctima puede tener *Síndrome de Estocolmo, por lo que es importante creerles y no poner en duda sus dichos”.

Ulloa recomienda la creación de un código de ética institucional, como el que opera en la Organización de Naciones Unidas, que tiene prohibido a sus Fuerzas de Paz el consumo de cualquier tipo de pornografía, so pena de corte militar o despido.

“Y es que no puedes perseguir lo que utilizas”, acusa Ulloa.

http://www.vanguardia.com.mx/diario/noticia/sexualidad/vidayarte/esclavitud_en_el_siglo_21/192641

*¿Qué es o qué significa el Síndrome de Estocolmo?

SÍNDROME DE ESTOCOLMO, SIMPATÍA HACIA EL AGRESOR
Karina Galarza Vásquez
Cuando alguien es secuestrado y permanece por tiempo indefinido únicamente en compañía de sus captores puede desarrollar lazo afectivo hacia ellos. Esta situación es conocida como síndrome de Estocolmo y, aunque parece absurdo, se presenta y crea gran confusión entre los familiares del afectado; veamos por qué ocurre.
De acuerdo a la Psicología, el síndrome de Estocolmo es una respuesta emocional que puede manifestar el secuestrado o plagiado a raíz de la vulnerabilidad y extrema indefensión que produce el cautiverio. Se le ha denominado de esta manera debido a que en 1973 cuatro personas fueron tomadas como rehenes (durante un asalto al banco Kreditbanker en Estocolmo, Suecia), a quienes liberaron después de seis días, pero una de las prisioneras se resistió al rescate y a testificar en contra de los captores. Otras versiones indican que esa mujer fue captada por un fotógrafo en el momento en que se besaba con uno de los delincuentes.
Este acontecimiento sirvió de base para denominar a las conductas extrañas de afecto entre secuestradores y víctimas como "síndrome de Estocolmo", además, desencadenó profundos estudios psicológicos que describen el vínculo emocional que puede surgir entre cautivo y raptor al convivir durante varios días.
¿Cuándo ocurre?

Hay quienes temen que el síndrome de Estocolmo sea una enfermedad que se manifiesta en la mayoría de las personas que atraviesan por un secuestro, lo que irremediablemente genera gran preocupación en las víctimas y familiares después de la liberación. Sin embargo, no se trata de un padecimiento, sino sólo un desajuste y/o confusión emocional, pues cuando el plagiado es amenazado de muerte por el agresor y éste no ejecuta la acción, el secuestrado experimenta una especie de gratitud, y al mismo tiempo, miedo, sentimientos que le impiden guardar rencor hacia el delincuente.
Según los especialistas en salud mental, dicho síndrome se presenta cuando el secuestrado se identifica inconscientemente con su agresor, ya sea asumiendo la responsabilidad del ataque de que es objeto o imitando física o moralmente la personalidad del captor. Debido a que se trata de un proceso sobre el cual la víctima no tiene conciencia, siente y cree que la actitud del secuestrador es razonable, lo cual de alguna manera le ayuda a no sentir la amenaza de la situación que experimenta ni que está en peligro su vida.


Para detectar y diagnosticar el síndrome de Estocolmo es necesario que se conjuguen las siguientes condiciones:

Que la víctima haya asumido inconscientemente notable identificación en las actitudes, comportamientos o modos de pensar de los captores, casi como si fueran suyos.

Que las manifestaciones iniciales de agradecimiento y aprecio se prolonguen a lo largo del tiempo, aún cuando la persona ya se encuentre integrada a su rutina habitual y haya comprendido que el cautiverio ha finalizado.

Es fundamental que tanto la persona secuestrada como sus familiares reconozcan lo que está sucediendo y procuren entender emocional y racionalmente las reacciones derivadas del síndrome de Estocolmo, pues ello permitirá buscar ayuda profesional en el psicólogo o psiquiatra.


Estrategia para sobrevivir

En un secuestro los intentos de manipulación son frecuentes, pues en la mayoría de casos los plagiados manifiestan actitud de complacencia y comportamiento condescendiente para garantizar su vida, el bienestar de sus familiares y obtener condiciones físicas aceptables durante el cautiverio.
Cabe destacar que la esperanza de vivir no solamente se expresa en el comportamiento y actitudes flexibles que se adoptan frente al victimario; también hay quienes recurren a la simulación de enfermedades y/o a la dramatización de algunas ya existentes, con el fin de movilizar y manipular a sus secuestradores para lograr un trato más considerado o simplemente para sentir que tienen algún control sobre la situación. Así, fingir infarto, ataque epiléptico o exagerar una deformación física es frecuente.

Ahora bien, mientras que en el encierro las víctimas generalmente presentan conducta sumisa, una vez adquirida su libertad y sin el inminente riesgo de morir, se refieren a sus captores en forma negativa y siempre deseándoles el peor de los futuros, situación que indica que la conducta que se tuvo en cautiverio no fue porque los plagiados se identificaran con los delincuentes, sino para permanecer con vida.

No sólo por secuestro

Hay especialistas en salud mental que afirman que el síndrome de Estocolmo no solamente lo sufren personas secuestradas, pues establecen que hay quienes por alguna razón son incapaces de huir del sometimiento psicológico por parte de un "captor", que bien puede ser alguno de los padres, esposo o novio.

El ejemplo más típico y predominante de este tipo de problemática es el de muchas mujeres maltratadas por su pareja, para quienes resulta imposible terminar la relación. Algunas consideran no tener mejores opciones ni dinero, pero sí demasiados hijos que mantener, lo cual les impide romper el lazo conyugal. Lo más sorprendente es lo que ocurre con las féminas que, pese a contar con independencia personal y económica y tener acceso a recursos alternativos, continúan con las relaciones donde sufren violencia.

Por increíble que parezca estos dos grupos de mujeres comparten la reacción paradójica de desarrollar fuerte vínculo de afecto hacia sus agresores sin poder denunciarlos e, incluso, llegan a justificar y hasta a defender las razones del maltrato al que son sometidas.

Este tipo de relación tiene su origen en el desequilibrio de poder y la combinación de trato bueno y malo por parte de la pareja, ya que tales variaciones pueden formar un lazo enfermizo; en este tipo de situaciones es común que la víctima niegue la parte violenta del agresor y sólo reconozca la que percibe como positiva.

El proceso para que una mujer se adapte psicológicamente al tipo de relación descrita está determinado por diversos cambios y desarrollo de adaptación, lo cual puede resumirse en cuatro estados:
Desencadenante: Primeros golpes y maltratos que rompen la seguridad.

Reorientación: Cuando ella trata de evitar conflictos y se culpa de la situación.

Afrontamiento: La mujer asume el modelo mental de su esposo y busca vías de protección para salvaguardar su integridad psicológica.

Adaptación: Aceptación de la nueva condición a través de identificación con la personalidad de quien la maltrata.

Como puede ver, tanto en los casos de secuestro como en los de violencia doméstica, las víctimas del síndrome de Estocolmo deben someterse a tratamiento psicológico para que puedan recuperar su independencia mental y vivir tranquilamente, de esta manera evitarán que el problema crezca como una bola de nieve de la que resulte casi imposible escapar

http://www.saludymedicinas.com.mx/nota.asp?id=1244

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