jueves, 14 de febrero de 2008

La Corte está violando mis derechos: Lydia Cacho

Notimex
El Universal
Ciudad de México Jueves 14 de febrero de 2008
Sostiene la periodista que la resolución de la SCJN es una decisión política
Lydia Cacho está convencida que el periodismo es su profesión, la defensa de los derechos humanos su forma de mantenerse en el mundo y que la fama le fue otorgada por Mario Marín y Kamel Nacif a partir de su investigación sobre pederastia en la que ambos resultaron involucrados.
La periodista y autora de al menos cuatro libros, habla de su formación familiar, descarta ser llamada heroina, defiende sus convicciones como su gran fortaleza y responde sin vacilar a las preguntas, aunque reitera su vocación y dice sentirse más cómoda cuando es ella quien las hace.
Sostiene que los medios de comunicación contribuyen a cosificar a la mujer y a fomentar la violencia de género, producto de una cultura sexista que al periodista corresponde transformar.
"Las mujeres teníamos lugar en la prensa porque aparecíamos en la nota roja o encueradas, en revistas de pornografía disfrazadas con información"; pero la práctica se ha ido transformando para entender que la vida tiene perspectivas diferentes a las tradicionales, dice en entrevista.
Iniciada en el periodismo feminista, que fue perfeccionando para llegar al de investigación, afirma que esa trinchera posibilita abarcar todos los sucesos cotidianos: la política, la pobreza, los derechos humanos, para entender cuál es el papel de los hombres, el de las mujeres y cuál el que la sociedad quiere asignarles.
Descendiente de abuelo portugués y abuela francesa, agrega que en México se necesita más crítica sobre lo que hacen los medios, revisar el impacto que comerciales y telenovelas tienen en las niñas y adolescentes, sobre todo aquellos que incurren en lo que llama "estupidización" de lo femenino.
Aunque señala la falta de capacitación de los periodistas, insiste en la necesidad de que los medios analicen lo que sucede, pues la familia educa a los hijos, pero poco puede hacer ante los valores que les inculca la televisión: imitar a barbie o a cantantes de moda que acaban en hospitales psiquiátricos.
Descrita alguna vez por su abuelo como "preguntona, atrevida, salvaje y amorosa", es también observadora y habla de lo que percibe: gente que ahora comenta lo que lee, pero en especial a quién lee, porque sigue al periodista por encima del medio.
"Ahora mencionan nombres de reporteros, de columnistas, comentaristas, saben a quién escuchar y leer y qué tipo de información van a encontrar, y el periodista debe asumir la importancia de esa carga ética que le recuerda su obligación de recurrir a más fuentes y que, al trascender, lo debe hacer bien".
Lydia Cacho, galardonada con premios nacionales de periodismo y varios internacionales por su labor humanitaria, critica el periodismo "mujeril" que se dice feminista, aquél que separa la información en secciones que llama "de género".
En una época fue fundamental para descubrir que había una metodología para hacer análisis con perspectiva de género, en la actualidad, precisa, la real perspectiva es que todas las notas, incluidas las de deportes, política, vida cotidiana, tengan esa visión.
"Vas a hablar de los hombres, de la masculinidad, de las mujeres, cómo están, cuáles son sus diferencias en términos de capacitación, de la cultura que recibieron para convertirse en lo femenino y lo masculino", aclara la autora de Los Demonios del Edén. El poder que protege a la pornografía infantil.
Descarta que la violencia recurrente en la información diaria genere insensibilidad o deshumanización en los receptores, y recuerda una de las máximas de Ryszard Kapuscinsky: El periodismo no es para cínicos: "si ya no crees en nada, en el dolor, si no te mueven las notas que estás haciendo, tienes que preguntarte qué estás haciendo".
En el caso de la sociedad, considera que "México es un país profundamente deprimido por la violencia, la corrupción, la tortura, pero no desensibilizado", ante la violentación recurrente de sus derechos, se refugia en lo que en psicología llaman Síndrome de Indefensión Adquirida, donde la frustración vence los intentos por buscar salidas.
Por ello se rebela cuando consideran heroico que alguien se defienda: "no puede llamarse así a una mujer que decidió defender sus derechos humanos, un acto que debiera resultar normal pero que se ve acotado por los designios de la corrupción, el racismo, la xenofobia".
Vivimos sometidos -dice Lydia-, nos retraemos cuando hay un abuso de poder que aparentemente está fuera de nuestras manos, en lugar de estar convencidas que los derechos fundamentales no son negociables. Pero, como alguna vez dijo al periodista Germán Dehesa, la regla no aplica en ella: "Fui educada para no rendirme".
Rememora su caso y ratifica el poder de sus convicciones como su fortaleza, probablemente la única -dice-, tras el fallo de la autoridad judicial en su contra ante la denuncia por la violentación a sus derechos constitucionales.
"Lo que han dicho cuatro hombres y dos mujeres, como respuesta a una decisión política, de corrupción, a mi no me arrebata mi derecho a decir que incluso la Corte está violando mis derechos", sostiene con seguridad.
Lydia Cacho, quien promueve en estas fechas su libro Memorias de una infamia y prepara un nuevo texto sobre la trata de personas en México, habla de mujeres que cuando llegan a espacios de poder se mantienen a costa de sacrificar su responsabilidad ética con las causas a que se han sumado toda su vida.
Ella asume una posición como figura pública, pero asegura que lo que la ha salvado es su congruencia y principios, aunque el cuerpo cobra facturas y el precio ha sido su salud, el temor por su familia, sus amistades, una carga moral que no la hace víctima y sólo le hace refrendar la convicción por su ejercicio cotidiano.
"El periodismo es mi profesión, un complemento fundamental de mi vida, mientras que la defensa de los derechos humanos es mi forma de estar en el mundo", el ambiente en el que crecí y sólo me tocó pulir y profesionalizar, asegura Lydia Cacho.

http://www.eluniversal.com.mx/notas/482252.html

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